Concurrencia. Por el estado precedente se echa de ver que en
el quinquenio último han tomado estas aguas tres mil veinte enfermos,
incluyéndose en dicho número los vecinos del pueblo que componen una sexta
parte. Con todo, este número no guarda proporción con el extraordinario
crédito de que siempre han gozado tan recomendables aguas, mayormente para
la curación de las enfermedades venéreas, conforme en su lugar se ha visto:
pero esta misma circunstancia es sin duda la que más ha influido para que
hayan dejado y dejen aún de concurrir muchas personas de las menos
despreocupadas, a pesar de que en el día puede decirse que se halla
desvanecida tan gratuita suposición, no menos que la indecorosa costumbre de
motejar a los bañistas con ciertos apodos o chanzas, como, tal vez sin
malicia, solía hacerse.
La falta de un buen establecimiento general donde poder hospedarse
cómodamente los bañistas, es también otra de las principales causas a que
puede atribuirse que no sea mayor la concurrencia, pues sabido es lo mucho
que se desea en tales ocasiones la sociedad sin etiqueta, y cuanto atraen
las comodidades y servicio esmerado, cuando se trata del restablecimiento de
la salud.
La irregularidad del tiempo, que de algunos años a esta parte se observa en
los veranos, y las malas cosechas del país, son otros tantos motivos
poderosos que retraen o imposibilitan a los enfermos para salir de sus
casas.
Es de observar que el número de hombres es mucho mayor que el de mujeres:
que el de los pobres de solemnidad es bastante considerable, sin embargo de
no figurar como tales todos los que al despedirse manifiestan su falta de
recursos.
Es de notar igualmente que cada año disminuye el número de individuos que
acuden pertenecientes a la clase de tropa, siendo de atribuir a la mayor
inteligencia y seguridad con que en el día se curan las enfermedades
sifilíticas en los hospitales militares.
Por último, se ve que la concurrencia de extranjeros es insignificante,
pudiéndose aún añadir que los pocos que figuran en el estado, eran
franceses, que por sus negocios especiales se hallaban en España:
observación que debía servirnos para no ir a buscar en país extranjero, lo
que tan abundante se halla en el nuestro.
Es de ver también que la diferencia de unos años con otros no pasa de unas
cincuenta personas, y que en el mes de Agosto es cuando hay más
concurrencia.
Clasificación de las dolencias. Muy oportuno sería que pudiera presentarse
un cuadro nosográfico más circunstanciado y perfecto de las enfermedades que
padecían los bañistas admitidos en los cinco años a que hace referencia el
estado; pero es de advertir en primer lugar, que no siempre es dado hacer el
diagnóstico de las mismas con la precisión debida, mayormente tratándose de
las periódicas o accidentales; y luego que sobre lo difuso, hubiera sido
indudablemente menos comprensible para muchos de aquellos a quienes podrá
ser útil esta Memoria. Por estas razones he preferido referir las dolencias
a los órganos o tejidos que las presentan, prescindiendo de su carácter o
modo de considerarlas, conservando en algunas sus nombres especiales por ser
de todos conocidas, correspondan o no por su esencia o causa determinante,
al lugar que ocupan. Con esta advertencia y las notas puestas al pie del
mismo estado quedarían aclaradas algunas dudas que a primera vista pudieran
ofrecerse.
Resultados. Era de salvar también con notas la clasificación de los
resultados, por ser poco menos que imposible hacerlo con la debida
escrupulosidad, a no mediar un trabajo ímprobo y quizá irrealizable,
mayormente no habiendo llevado ya ese objeto de antemano, porque son muy
pocos los bañistas que siguen la correspondencia necesaria para verificarlo,
por más que se les recomiende.
Es de advertir por fin que si figuran algunas enfermedades para las que no
están directamente indicadas las propias aguas, consiste en que ya
presentados los enfermos, se hace muy duro privarles de la única esperanza
que tal vez les queda: así es que mientras no se manifieste una
contraindicación directa, no puede prescindirse de darles el consuelo que
les obliga a arrostrar las penalidades de dispendiosos viajes. Es verdad que
en tales casos se toman las aguas, como es de suponer, con las precauciones
necesarias.
Exportación del agua. La cantidad de agua que se extrae de los manantiales
para diferentes puntos del reino, viene a ser por un quinquenio, de unas
trescientas treinta arrobas aragonesas, equivalentes a tres con seis libras
de las castellanas, siendo el precio de la carga, según tarifa, trece reales
vellón.
Productos y gastos del Establecimiento. Los productos se reducen
exclusivamente a lo que asciende el arriendo de las aguas sobrantes y los
gajes. Se entienden por aguas sobrantes las que a juicio del Médico director
no han de hacer falta para beber los bañistas; y por gajes, las
gratificaciones que voluntariamente dan los mismos bañistas al bañero por
servirles el agua.
Este producto puede calcularse, según resulta de los arriendos del mismo
quinquenio, en tres mil sesenta y cuatro reales anuales.
Los gastos del Establecimiento, no ocurriendo ninguna obra extraordinaria,
se limitan a la reposición de los tejados, paredes del edificio, &c, de modo
que es insignificante lo que se invierte anualmente, y como aún para esto es
indispensable que se instruyan expedientes y formen presupuestos, con motivo
de ser finca de los propios de la villa, no siempre se hacen dichos reparos
con la oportunidad debida; por cuya circunstancia, y en razón a que no
siendo suficientes los fondos de los mismos para cubrir el presupuesto
municipal, tiene que llenarse el déficit por repartimiento entre los
vecinos; así no será ya fácil que en lo sucesivo se haga ninguna otra mejora
importante, mientras no se enajene tal finca. En el quinquenio último se han
invertido mil novecientos veinte y siete reales vellón.
(1) Habiendo escrito esta Memoria a fines del año 1849, el estado se refiere
a los cinco años anteriores.
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