Siendo por lo visto, los sulfatos de sosa, cal y magnesia, y los
cloruros de las mismas bases los principios que mineralizan estas aguas,
prescindiendo de la exigua cantidad de ácido carbónico y de aire atmosférico
que contengan, deberán clasificarse, según todos los autores, de salinas
purgantes frescas. Tienen por consiguiente más o menos analogía con algunas
de la misma clase, como son las de Sedlitz y Seidschutz en Bohemia y las de
Fuente del Fresno, provincia de Ciudad Real; Fuente de Piedra en la de
Málaga; Falces en la de Navarra; Tortosa en Cataluña, &c. (1).
Virtudes medicinales. Los efectos inmediatos de estas aguas son la
excitación de todo el organismo y aumento consiguiente de las secreciones y
excreciones en general, y en particular del vientre, orina y sudor.
Entiéndase no obstante dicha excitación, siempre lenta y graduada, muy
diferente de la que producen los medicamentos estimulantes, de suyo
instantáneas y enérgica; ni debe tampoco confundirse con la irritación que
ocasionan los purgantes, puesto que ni al desenvolver su acción en las vías
digestivas, ni cuando provocan las evacuaciones ventrales, se experimentan
los molestos fenómenos que acompañan a aquellos; antes por el contrario, su
modo de obrar es tan suave que más bien que una sensación incómoda, se
siente una impresión de placer.
Tampoco debe estimarse solamente la virtud medicinal de estas aguas por los
efectos purgantes, diuréticos y sudoríficos que a un tiempo provocan
generalmente: su acción terapéutica es mucho más extensa, más poderosa y
universal.
Dejando también a un lado, por lo muy reconocida, la propiedad diluente que
en sumo grado poseen, y que tan eficazmente contribuye en la curación del
mayor número de dolencias, podrá aun considerarse dicha acción terapéutica
bajo los aspectos siguientes: Primero, obrando mediata o inmediatamente
sobre los mismos órganos afectados, induciendo en ellos una modificación
especial, o cambio favorable por la simple comisión o contacto de sus
principios medicinales. Segundo, dirigiendo su influencia más
determinadamente sobre algunos de los sistemas, aparatos u órganos diversos
de los que padecen, reveliendo de estos el estímulo morboso y su
consiguiente aflujo humoral. Tercero, provocando finalmente cierto desorden
o perturbación en toda la economía al desplegar su potencia excitante, bien
sea en virtud de recíprocos esfuerzos entre sus factores minerales y las
propiedades orgánicas de los tejidos afectados y no afectados y humores
viciados y no viciados, bien por un choque directo con el agente morboso,
verificándose tal vez en uno y otro caso reiteradas acciones y reacciones
químico-orgánico-vitales entre unos y otros elementos; bien por fin
dispertando y activando toda clase de simpatías y todo género de
secreciones, hasta que neutralizada o destruida la causa morbosa, llegue a
ser expelida de la economía, si su entidad era eliminable, igualmente que
los productos engendrados o degenerados, mediante las excreciones que la
virtud purificadora de las mismas aguas provoca.
Este movimiento perturbador, el más general quizá de los indicados, es tal
vez el único también que puede hacernos concebir sin contradicción alguna,
como se obtienen en muchos casos las sorprendentes curaciones de tan
distintas y complicadas dolencias: siendo de admirar bajo todos conceptos,
como en virtud de este atributo vital o instintiva ley de conservación, se
rehace en medio del desorden, apenas se ve libre de la potencia morbosa que
la oprimía, esa otra potencia inconmensurable, comprensible solo por sus
efectos, a que plugo llamar naturaleza, que sobreponiéndose a todo vuelve a
adquirir el pleno dominio de sus normales atribuciones, restableciendo no
sólo la suma peculiar de vida parcial a cada uno de los órganos, aparatos y
sistemas, sino que también la aptitud necesaria para el libre y determinado
ejercicio de sus funciones y el perfecto equilibrio entre todas ellas, sin
cuya completa armonía es incompatible el estado de salud. Este conjunto,
pues, de fenómenos es el complemento de la acción terapéutica de las propias
aguas, o sean sus efectos secundarios.
Enfermedades en que pueden ser útiles, ineficaces y perjudiciales.
Convendrán estas aguas en todas aquellas dolencias crónicas, ya continuas,
ya de carácter periódico, en que se juzgue necesario excitar el organismo,
produciendo una modificación, revulsión o perturbación en el sentido
anteriormente indicado, bien se hallen sostenidas dichas dolencias por
alteraciones o vicios locales, bien generales de un órgano, aparato o
sistema, siempre que para su curación se consideren conducentes las
secreciones y excreciones que directamente provocan las mismas aguas.
Serían ineficaces y aun perjudiciales cuando las enfermedades que se trate
de combatir consistan en lesiones orgánicas o en inflamaciones extensas y
profundas que hayan llegado a producir desórdenes esenciales, como calentura
lenta, diarrea colicuativa, extenuación marasmódica, &c: advertencia que
nunca debe perderse de vista.
Por regla general tampoco podrán considerarse convenientes en las
enfermedades agudas.
Gozan de una reputación sin límites para la curación de las enfermedades
sifilíticas: no obstante, es de advertir que ni en todos los casos, ni en
cualquier periodo de dichas dolencias fuera su uso igualmente oportuno.
Mientras su marcha aguda, no podrían esperarse resultados muy favorables,
aunque fuese posible tomarlas conforme se requiere. Administradas al
presentarse sus primeros síntomas, es factible que hagan abortar la
enfermedad, o que atenúen sus ulteriores progresos: cuando menos dispondrán
la naturaleza para su más fácil y pronta curación, con los medicamentos que
posteriormente se empleen. Son maravillosos muchas veces sus efectos, cuando
hallándose estacionada la enfermedad, se hace inaccesible a la virtud de los
remedios más directos, o bien cuando no se puede continuar en la
administración de los mismos por intolerancia de las vías gástricas o por
afectarse otros órganos y sistemas que complican la dolencia; y finalmente,
cuando después de largos tratamientos no se consigue su curación, o
persisten algunos síntomas sospechosos; debiéndose recomendar siempre como
muy útiles y eficaces al final de todas las curaciones, no sólo para
purificar la economía de los humores degenerados o viciosamente procreados,
y tal vez de algunos residuos farmacológicos inexpulsos, sino también, para
corregir las alteraciones viscerales harto frecuentes en tales casos,
mayormente si se han prodigado los mercuriales.
Puede aun añadirse que nunca será por de más tomar estas aguas para
asegurarse de si está o no completamente curada tan insidiosa dolencia,
puesto que se observa constantemente que a los pocos días de su uso, vuelven
a presentarse algunos de sus síntomas característicos, que suelen alarmar a
los pacientes, los cuales se desvanecen luego, si la curación ha sido
radical; pero no si fue incompleta, en cuyo caso tardan más en desaparecer,
o toman mayor incremento, haciéndose hasta preciso recurrir de nuevo,
algunas veces, a las medicaciones anteriores para activar la curación, pues
aunque también pudiera esperarse sin el auxilio del iodo, mercurio, &c, debe
convenirse en que nunca la eficacia de las aguas en cuestión podrá
compararse con la de los medicamentos indicados; si bien tampoco jamás
producirán aquellas los fatales resultados que pueden ocasionar estos, aun
administrados por manos hábiles.
Resultados más absolutos pueden esperarse de estas aguas en las enfermedades
mercuriales. Difícilmente se encontrará medicamento alguno más adecuado para
combatirlas, ni que menos inconvenientes ofrezca. De aquí sin duda la mayor
celebridad que adquirieron para la curación de las sifilíticas, cuando tal
vez más se abusaba del mercurio y se confundían ambas dolencias.
La eliminación de esta sustancia, bien por sudores, bien por cámaras, parece
innegable, pues además de las observaciones de muchos bañistas, de aquellos
que han tomado con más o menos profusión preparados mercuriales, que afirman
haber distinguido entre los materiales excretos partículas y aun globulillos
de mercurio; basta sólo ver que se empañan sus camisas de un color aplomado
y se oxidan las monedas de sus bolsillos, despidiendo por lo común cierto
olor especial, o sea metálico, que se diferencia muy bien de todos los
otros.
En las sifilides y dolores procedentes de cualquiera de las dos
enfermedades, se ven efectos maravillosos; y aun en las exóstosis se saca
gran partido con la aplicación simultánea de las pomadas y emplastos
resolutivos.
Merecen particular recomendación en los reumas fríos, sin vicios o
alteraciones articulares.
Pueden aconsejarse con confianza en las afecciones del aparato digestivo
comprendidas bajo la denominación de gastrosis, de gastralgias y
enteralgias, o sean cardialgias y gastrodinias, de pirosis, regurgitaciones,
eructos, vómitos, acedias, flatulencias, cólicos, estreñimiento de vientre,
&c, &c, bien se atribuya cualquiera de dichas formas a una irritación
crónica de la mucosa gastrointestinal, bien se considere como una mera
neuralgia; y sobre todo siempre que los indicados desórdenes sean
procedentes de una perturbación o depravación habitual de las funciones
digestivas por la presencia o acumulación de materiales saburrosos, exceso,
defecto o mala calidad de bilis y de los demás jugos peculiares de la
digestión, o de mucosidades, de productos degenerados, lombrices y cuerpos
extraños retenidos especialmente en los repliegues del colon y ciego; ya por
fin siempre que se atribuye a la atonía del conducto alimenticio.
Son así mismo recomendables en las afecciones de las demás vísceras anejas a
la función digestiva, mayormente en las ingurgitaciones, o si se quiere
obstrucciones del hígado, bazo, &c, con tal de que no hayan llegado a
alterarse esencialmente sus tejidos.
Dan buenos resultados en las cefalalgias, cefaleas y hemicráneas, vértigos,
insultos epilépticos y aflujos o congestiones cerebrales, cuando las causas
que determinan dichos accidentes tienen su origen, en todo o en parte, en
las vías digestivas.
Pueden esperarse los más felices resultados en las oftalmias rebeldes,
principalmente en las de carácter sifilítico, herpético y aun escrofuloso.
Son eficaces en las obstrucciones de los ovarios y afecciones nefríticas, en
la retención de orina y flujos mucosos de los órganos genitourinarios; pero
no serán nunca suficientemente recomendadas en la litiasis, pues se observa
con mucha frecuencia la expulsión de gruesas arenillas y aun de cálculos de
bastante volumen, con poca o ninguna molestia, mientras se toman las aguas,
sin que vuelva muchas veces a reproducirse tan terrible dolencia.
Hay algunos ejemplos de inesperada fecundidad atribuidos a la virtud de
estas aguas, siendo muy comunes las curaciones de clorosis rebeldes.
En las enfermedades cutáneas suelen obtenerse buenos efectos, y no es raro
presentarse de nuevo algunas erupciones sobre la piel, si ha habido alguna
metástasis. En las herpéticas sobre todo la utilidad de estas aguas es
incontestable y aunque no se vean desaparecer tan fácilmente de la piel,
como sucede con el uso de las sulfurosas, se consigue cuando menos disminuir
su intensidad y neutralizar sus efectos, si no la causa, en las vísceras
internas: por cuya razón fuera siempre muy prudente tomar aquellas antes,
para obtener después un éxito más seguro con las sulfurosas.
Se observa también en las erisipelas, que si no se evita su reproducción,
suelen ser menos intensas cuando vuelven a presentarse, y que tardan más en
reproducirse.
Las úlceras adquieren por lo común mejor aspecto y acostumbra a hacerse más
loable el pus, llegando a cicatrizarse muchas de ellas, como no sean
cariosas, carcinomatosas o de otro carácter análogo.
En las escrofulosas se advierte siempre alguna mejora; con todo para
conseguir algunas curaciones completas, sería necesario usar estas aguas por
más tiempo del que se acostumbra.
Raras veces deja de desvanecerse la ictericia, a no ser que esté sostenida
por alguna lesión hepática profunda.
Es muy común la expulsión de toda clase de lombrices.
Las ascitis accidentales, y aun algunas de las que son consecutivas a
diferentes vicios orgánicos, se ven desaparecer no pocas veces.
No fuera prudente aconsejar estas aguas sin reserva, en los flujos
sanguíneos de donde quiera que procedan; no obstante de que pueden citarse
casos de epistaxis, hematemesis y hemorroides, que no volvieron a
reproducirse, y de algunas metrorragias que han sido menos excesivas después
de haberse hecho uso de las mismas aguas.
En las calenturas intermitentes rebeldes, cuando dependen más bien de un
hábito vicioso o de alteraciones secundarias de las vísceras abdominales,
que de la causa que las produjo, puede esperarse buen éxito.
En las neuralgias vagas, pocas veces deja de encontrarse alivio.
Finalmente, pocas serán las enfermedades crónicas para las que, bajo algún
concepto, no puedan ser favorables estas aguas, y menos aun aquellas en que
hayan de ser nocivas, atendiendo sólo a su naturaleza; mas como para
prometerse los saludables efectos que son de esperar de las mismas, es
preciso levantarse temprano para tomarlas en ayunas, beberlas en cantidad
considerable, acompañar su uso con largos paseos &c, de aquí el
inconveniente de poderlas aconsejar, cuando el carácter de la dolencia y el
estado del enfermo se oponen a las circunstancias accesorias indicadas.
Advertencia que también debe tenerse muy presente.
Tanto por las razones emitidas, como por la contextura especial de los
órganos respectivos y sus peculiares funciones, se tendrán por
contraindicadas estas aguas en las enfermedades del pecho; y sólo podrá
consentirse su uso en aquellas cuya causa sea accidental, sin que se
reconozca vicio alguno en los órganos de dicha cavidad, y que además se
considere absolutamente indispensable el auxilio de las propias aguas para
combatir la tal causa que sintomática o secundariamente produce la dolencia,
y aun así, con muchas precauciones.
Tampoco convendrán en los casos de aneurisma.
Por último conviene advertir que durante los accesos, ataques o reproducción
de las enfermedades periódicas, no es oportuno el uso de estas aguas, y por
consecuencia, que deben tomarse antes o después de ellos (2).
(1) El supuesto predominio del sulfato de magnesia las hizo comparables a
las de Sedlitz y Seidschutz.
(2) No siendo posible prevenir todos los casos en que pueden convenir y
perjudicar estas aguas, es preciso hacerlo de un modo general, dejando al
buen criterio de los comprofesores la aplicación de las reglas
establecidas; teniendo siempre muy presentes las trascendentales
consecuencias que lleva consigo el enviar enfermos a tomar baños o aguas
minerales cuando no pueden curarse.
|