CAPÍTULO III: Nacimiento de las aguas
minerales de Quinto. - Modo de manar el agua. - Cantidad que diariamente se
obtiene.
Nacimiento de las aguas. Nacen estas aguas filtrándose por diferentes vetas
de marga litomarga cenicienta y purpúrea, contenidas entre capas
horizontales de caliza compacta, sin que sea conocida su ulterior
procedencia
.
Se desprenden de dichas fajas arcillosas en gotas apenas perceptibles, y
reunidas van corriendo sucesivamente al receptáculo por los surcos abiertos
de intento en las mismas capas de piedra que las reciben.
Da la primera fuente cada veinte y cuatro horas, sobre dos mil ciento
sesenta libras de agua medicinales; y unas mil novecientas la segunda:
resultando de ambas cuatro mil sesenta libras. Suponiendo, pues, que cada
uno de los bañistas necesite nueve libras de agua diarias, podrán tomarla
cuatrocientos cincuenta y uno, con sólo la que mana cada veinte y cuatro
horas. Ahora bien, cabiendo en la pila de la Fuente primera nueve mil
ochenta y ocho libras y cinco mil seiscientas setenta y cuatro en la de la
segunda, si se quiere tener llenas las dos pilas, resultará una existencia
de catorce mil setecientas sesenta y dos libras de agua, que a razón de las
nueve libras para cada bañista sufragaría por espacio de quince días a
ciento nueve bañistas, que unidos al número anterior, componen el de
quinientos sesenta. Concurrencia que probablemente no se verá nunca a la
vez, y menos por tantos días seguidos: pues a lo sumo han llegado a verse
reunidos unos ciento ochenta el año que más.
No puede saberse a punto fijo cual sea la cantidad de agua que disminuye
durante el estío; pero aun en años que a los excesivos calores se ha juntado
grande sequía, la disminución ha sido poco apreciable (1).
(1) La evaluación del agua que mana, se ha hecho siempre en el mes de Mayo.
CAPÍTULO IV : Examen físico-químico de las aguas
minerales de Quinto.
La celebridad de que han gozado siempre estas aguas, sobre todo para la
curación de las enfermedades sifilíticas, motivó sin duda, que fuesen
analizadas repetidas veces, tanto en España como en Francia, contribuyendo
quizá también a ello la vulgar creencia de que pasaban por minas de
cinabrio, a cuya circunstancia era atribuir su virtud específica para dichas
enfermedades.
El Dr. Lay las menciona entre las acídulas: pero ni los ensayos analíticos
que me son peculiares, ni en las análisis publicadas, ha podido fijarse
cantidad apreciable de ácido alguno: y tanto la naturaleza del terreno por
donde mana el agua, como las demás circunstancias sujetas a los sentidos, no
dejan la menor duda que pertenecen a la clase de salinas frías o por mejor
decir, frescas.
Propiedades físicas. Estas aguas son sumamente claras, diáfanas, incoloras,
inodoras, blandas al paladar, o sea del sabor propio de las aguas
magnesianas.
El areómetro se sumerge en ellas algo menos que en el agua destilada, y
pesados exactamente volúmenes iguales, la densidad del agua mineral está
expresada por 1'0037.
Su temperatura se halla sometida en parte a la de la atmósfera. Durante los
cuatro meses de la temporada se la ve ascender progresivamente desde 13 y
medio o 14º del termómetro de Reaumur, a cuya altura suele hallarse desde
primeros de junio, hasta los 17º a que se mantiene por lo general en los
meses de julio y agosto: descendiendo después con la misma lenta progresión
así que se va enfriando el suelo, hasta volver poco más o menos a los mismos
grados en que se hallaba al empezar la temporada.
Recibida esta agua en un vaso, y poniéndolo contra la luz del sol, se ven
brillar y agitarse en ella infinitos átomos de varias figuras y al parecer
blanquecinos, sin que se altere por esto su trasparencia.
Conservada en botellas de cristal herméticamente cerradas, deposita después
de algunos días un sedimento muy fino y algo untuoso al tacto, empañando,
aunque muy ligeramente, las paredes de las vasijas, si se la deja por mucho
tiempo en reposo.
Bebidas estas aguas lejos de la fuente, se vuelven más desagradables.
Ni en los surcos por donde corren, ni en sus respectivos depósitos, se
observan incrustaciones, vestigios de cristalización, ni de sustancias
orgánicas; pero sí se advierte que después de estar recogidas algunos días
en la pila de la Fuente alta, forman una ligera película, que tiene en
suspensión las leves partículas que se desprenden de los sillares areniscos
de su propia bóveda.
Análisis química. Entre las diferentes análisis que se han hecho de estas
aguas, la más conocida, por ser la única que se encuentra en los autores
contemporáneos, es la que a continuación se expresa: pero sin saberse en que
punto se hiciera, ni de cual de los manantiales fuese el agua analizada.
Dicha análisis se halla consignada en estos términos:
Agua mineral . . . . . . . . . . . . 1 libra
Sulfato de magnesia . . . . . . 18 granos
Sulfato de cal . . . . . . . . . . . .1 id.
Hidroclorato de sosa . . . . . . 4 id.
Hidroclorato de cal . . . . . . . 6 id.
Residuo insoluble . . . . . . . . .2 id.
Un fluido de naturaleza desconocida.
Cogida el agua en los mismos manantiales y transportada a Madrid en barrales
de vidrio con todas las precauciones posibles, fue sometida a una nueva
análisis en noviembre de 1846, hallándose la temperatura de la atmósfera a
los 15º del centígrado, 12º Reaumur y la presión de la misma a 26 pulgadas y
3 líneas al tiempo de empezarse la operación, cuyos resultados fueron los
siguientes (1).
Acción de los reactivos. La tintura de malvas, la de tornasol y papel de
esta, no se alteraron en lo más mínimo. Lo propio sucedió con la tintura de
cúrcuma, de Fernambuco y el papel de aquella.
La potasa cáustica la puso lechosa, y pasado algún tiempo se formó
precipitado, aunque no muy abundante.
El carbonato potásico produjo instantáneamente abundante precipitado de
color blanco.
El azouro de hidrógeno la puso lechosa en el momento de la adición, formando
en seguida precipitado en copos.
El carbonato amónico dio desde luego copioso precipitado.
El oxalato amónico ocasionó también desde el momento precipitado no escaso.
El nitrato argéntico empleado, ya solo, ya con algunas gotas de ácido
nítrico puro, presentó considerable precipitado en forma de coágulo.
El clorhidrato barítico produjo igualmente abundantísimo precipitado,
acidulando y sin acidular de antemano el agua con un poco de ácido
clorhídrico.
El subfosfato amónico no demostró al pronto fenómeno alguno; mas pasado
algún tiempo se formó precipitado.
La tintura alcohólica de agallas, ni al pronto, ni pasado bastante tiempo,
dio resultado alguno.
Lo mismo sucedió con el cianuro ferroso potásico.
Vertida agua mineral en la de cal se enturbió ligeramente, volviendo a
ponerse diáfana, después de añadirse mayor cantidad de aquella, de modo que
pareció volver a disolverse el precipitado: mas este fenómeno no se
consideró debido al ácido carbónico, y sí a la magnesia, que se separó y
acabó de precipitarse, después de dejado el líquido en reposo.
Esta agua, ni antes ni después de concentrada, mediante la evaporación,
alteró en lo más mínimo el clorhidrato platínico.
Agitada fuertemente en una campanita estrecha, no se desprendieron burbujas;
ni la adición del ácido sulfúrico en las mismas circunstancias, produjo
tampoco desprendimiento alguno gaseoso.
La solución del sulfato ferroso hecha en la propia agua y privada del
contacto del aire, apenas se alteró pasadas cuarenta y ocho horas:
deduciéndose de esto, que no existía cantidad notable del indicado fluido.
Demostrado por la acción de los reactivos, que estas aguas contenían cuando
menos sulfatos y clorhidratos de base de cal y de magnesia, y habiéndose
observado ser idénticos los fenómenos obtenidos en el agua de ambas fuentes,
se procedió a la evaporación con todas las precauciones debidas de veinte
libras de la del manantial primitivo, advirtiéndose desde luego, que al paso
que avanzaba la operación, se iba formando en la superficie del líquido una
costra o capa salina, que se precipitaba sucesivamente al fondo del vaso
evaporatorio.
Investigación del residuo salino. Recogido con todo esmero dicho residuo, se
observó que crujía entre los dientes, teniendo un sabor salado amargo, y que
atraía ligeramente la humedad del aire, dejándole algún tiempo en contacto
con este fluido.
Colocado en un filtro, se le trató convenientemente con el alcohol absoluto
hirviendo, hasta tanto que el líquido filtrado no alteró en nada la solución
del nitrato argéntico.
Separado el alcohol mediante la destilación, se hirvió el residuo con un
exceso de carbonato sódico, cuya operación dio un precipitado que después de
bien lavado y calcinado en un crisol de platina, pesó dos granos.
El líquido procedente de esta operación, fue saturado, hasta un ligero
exceso, con ácido nítrico puro, añadiendo en seguida, también con exceso,
solución de nitrato argéntico. Su resultado fue cloruro argéntico, que bien
lavado y fundido en una capsulita de porcelana, pesó doscientos sesenta
granos.
Los dos granos obtenidos por la acción del carbonato sódico, se disolvieron
completamente en ácido clorhídrico puro, y evaporada esta solución hasta la
sequedad, resultó una sal que se liquidó enteramente, así que fue expuesta a
la acción del aire.
Este dato y los precedentes indicaban bien que se tenían un clorhidrato de
cal o de magnesia, y muy probablemente los dos a la vez. Para separarlos, se
siguió el método de Doebereiner, logrando por este camino, medio grano de
óxido cálcico y grano y medio de óxido magnésico. Se había conseguido, pues,
que el alcohol absoluto separase del residuo salino los cloruros magnésico y
cálcico, cuyas cantidades era facilísimo hallar conociendo las de las bases
y su composición, y buscando en las tablas también los de los mencionados
cloruros.
Resultaba de estos datos que el medio grano hallado de óxido cálcico,
equivalía a 1'1 granos de cloruro cálcico, y que el grano y medio de óxido
magnésico representaba 2'9 granos de cloruro de la misma base.
Los 260 granos de cloruro argéntico recogidos, contenían, según la
composición de este cuerpo, 64'14 granos de cloro. Restando de esta cantidad
de cloro 2'63 granos del mismo cuerpo, que correspondían a las cantidades de
magnesio y calcio halladas, quedaban aun 61'51 granos de cloro, que según
los datos expuestos, no podía estar combinado con otro cuerpo que con el
sodio, formando 101'9 granos de cloruro sódico.
Quedaba, pues, demostrado que el alcohol absoluto había separado del residuo
salino 1'1 granos de cloruro cálcico, 2'9 de cloruro magnésico, y 101'9 de
cloruro sódico: los mismos que existían en el agua mineral analizada.
No conteniendo la propia agua ningún carbonato, ni tampoco sustancia
orgánica, como era de ver por el estudio hecho hasta entonces de la misma,
pareció el mejor método para investigar la composición de la parte de
residuo salino, que quedó como insoluble en el alcohol, fundirle con el
doble de su peso de carbonato sódico en un crisolito de platina.
El resultado de esta operación se trató por el agua destilada caliente,
recogiendo en un filtro la porción insoluble, que después de bien lavada y
calcinada en el mismo crisol de platina, pesó 158 granos.
El tal polvo blanco insoluble en agua, se disolvió perfectamente en ácido
clorhídrico y produjo clorhidratos muy delicuescentes; los que evaporados de
nuevo hasta la sequedad y puestos en el crisol de platina, se trataron a un
color rojo por el clorato potásico, siguiendo el ya indicado procedimiento
de Doebereiner.
De esta operación resultaron 20 granos de óxido magnésico y 138 de óxido
cálcico.
El líquido procedente de esta investigación fue saturado con ácido nítrico
puro, poniendo un ligero exceso, y añadiendo desde luego nitrato barítico
hasta precipitar todo el ácido sulfúrico. Este sulfato barítico bien lavado
y calentado en el crisol de platino hasta enrojecerlo, pesó 836 granos:
deduciéndose de su composición, que representaba 286'7 granos de ácido
sulfúrico.
Conocidas ya las bases y el único ácido existente en el residuo salino, que
no se disolvió en el alcohol, era muy fácil hallar los compuestos que había
en el mismo. Los 20 granos, pues, de óxido magnésico debían representar 58'7
de sulfato de la misma base, correspondiendo los 138 granos de cal a 332'1
granos de sulfato cálcico.
La cantidad absoluta de ácido sulfúrico hallado era de 286'7 granos; y la
necesaria para saturar las dos bases cal y magnesia ya indicadas, estaba
representada por 232'8 granos; resultando por consiguiente una diferencia de
53'9 granos de ácido sulfúrico.
En el agua mineral no existía ácido ninguno libre, como era de inferir de
todos los fenómenos observados; y según los mismos datos no podía ser otro
óxido mas que la sosa, la que saturaba el ácido excedente. Era en efecto el
sulfato sódico en cantidad de 95'58 granos, equivalentes a los 53'9 granos
de ácido sulfúrico.
En consecuencia el residuo salino no soluble en alcohol se componía de
sulfato magnésico 58'7 granos; sulfato cálcico 332'1 granos, y sulfato
sódico 95'98 granos.
Evaporado hasta la sequedad el líquido que se obtuvo del tratamiento del
residuo salino fundido con el carbonato sódico, saturado ya éste con el
ácido nítrico, y antes de la adición del nitrato barítico, dejó redisuelto
en el agua un residuo insoluble en agua y ácidos que ofrecía todos los
caracteres del óxido de silicio, y que después de bien lavado y seco pesó 2
granos.
Resultó, pues, de las diferentes operaciones expuestas, que 20 libras de las
aguas minerales de Quinto deben contener las sales siguientes:
Cloruro magnésico . . . . . . . . . 2'9
granos
Cloruro cálcico . . . . . . . . . . . .1'1 id.
Cloruro sódico . . . . . . . . . . 101'1 id.
Sulfato cálcico . . . . . . . . . . .332'1 id.
Sulfato magnésico . . . . . . . . . 58'7 id.
Sulfato sódico . . . . . . . . . . . . 95'98 id.
Oxido silícico . . . . . . . . . . . . . .2 id. de consiguiente que a
cada libra común de las mismas aguas le corresponde:
Cloruro magnésico . . . . . . . . . 0'14 de grano
Cloruro cálcico . . . . . . . . . . . .0'055 id.
Cloruro sódico . . . . . . . . . . . . 5'09 id.
Sulfato cálcico . . . . . . . . . . . . 16'6 id.
Sulfato magnésico . . . . . . . . . 2'9 id.
Sulfato sódico . . . . . . . . . . . . . 4'7 id.
Oxido silícico . . . . . . . . . . . . . . 0'1 id.
Si se compara esta análisis con la que
anteriormente se ha expuesto, se observa un resultado casi idéntico en la
cantidad absoluta de sus bases, si bien con una diferencia muy notable en la
proporción respectiva de las mismas.
No entraremos a discutir a cual de las dos análisis deba darse la
preferencia, puesto que no nos son conocidas las operaciones que se
practicaron en aquella: ni trataremos tampoco de dilucidar si los medios
empleados en esta, han sido los más conducentes para obtener resultados más
seguros; pero como quiera que sea, parece no debe quedar duda ninguna de que
los sulfatos de sosa, cal y magnesia y los cloruros de las mismas bases,
constituyen la naturaleza de las propias aguas.
Se advertirá igualmente que en esta análisis no se habla de la existencia de
fluido alguno, y por consecuencia que no puede saberse ni aun por indicios,
a que clase de fluidos pertenecería aquel de que se hace mérito en la
análisis anterior: con todo, cierto frescor que se nota al paladar cuando se
bebe el agua en la fuente, así como el encontrarse más ligera y más
agradable, inducen a creer que realmente existe en ella una cantidad aunque
pequeña de ácido carbónico, no menos que de aire atmosférico: siendo lo
cierto que dichas cualidades no se advierten poco después de extraída el
agua de la fuente, aunque se tengan las mayores precauciones, pues se la
encuentra menos fresca, aunque su temperatura sea la misma, más desagradable
y más pesada al estómago.
No es, pues, de extrañar que se haya creído, aun entre médicos de los más
ilustrados, que la principal virtud de tales aguas consistía en una
sustancia espirituosa, o tan sutil que no podía ser apreciada por los
sentidos, ni estaba sujeta al análisis: que esta sustancia era la que
reanima las fuerzas vitales difundiendo su virtud por toda la economía; pero
que se evaporaba muy pronto, y que por esta razón los efectos de las aguas
son más eficaces bebiéndolas al pie de la fuente que tomándolas fuera de
ella.
Quizá inoportuno sería querer indagar hasta que punto hayan de estimarse
semejantes aseveraciones; pero es forzoso convenir en que probablemente
nunca llegará la química a un grado de perfección tan absoluto, que nos
demuestre de un modo completo e inequívoco, todos los principios o elementos
que entran en la composición de las aguas minerales; y aunque nada divino se
les atribuya en sentido metafísico, no podrá menos de concedérseles una
virtud especial inapreciada en la curación de muchas enfermedades, que
gratuito fuera atribuirla a sus factores conocidos, ni menos a las
cantidades respectivas de los mismos que las constituyen medicinales.
(1) Practicaron esta análisis los ilustrados profesores de química
farmacéutica D Antonio Moreno y D Genaro Lletget con el autor, y a expensas
del mismo.
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