DE LOS ORÍGENES DE QUINTO
José Antonio Budría

Prólogo

Hace 50 años, D. Martín Salinas Eraso, secretario que fue del Ayuntamiento de Quinto, publicó una Memoria de la gestión del Ayuntamiento correspondiente al decenio 1938-1948.  No se contentó este secretario con presentar un informe a base de números, cantidades, gráficos, porcentajes,..., sino que incluyó algunas referencias históricas de nuestro pueblo.  Se extendió en los acontecimientos de la Guerra Civil (1936-1939) y en las obras de reconstrucción del pueblo llevadas a cabo por Regiones Devastadas.  De lo poco que se pudo salvar del Archivo Municipal recogió algunos hechos importantes acaecidos en Quinto durante el siglo XIX, relativos a la Guerra de la Independencia y a la Guerra Carlista.  También incluyó un documento del siglo XVI que había sido copiado en 1872.  De todo esto daremos cuenta en otra ocasión.

Aunque las referencias históricas citadas son importantes, son también escasas.  Prácticamente no nos llevan más allá del siglo XIX.  En estas circunstancias uno se pregunta si no podremos saber más.  El mismo D. Martín se lamentaba diciendo:

"Poco o casi nada, hemos podido recoger 
hasta ahora de la Historia de esta Villa....

No existen en los archivos municipales
antecedentes que reflejen historia
antigua de Quinto".

Por lo que se refiere a los archivos municipales, hoy nos encontramos en la misma situación o acaso peor, ya que no sería extraño que a lo largo de los años se hubiera extraviado o perdido alguno de los documentos históricos mencionados por el secretario.  Por el contrario, hoy tenemos la suerte de poder contar con numerosas publicaciones de Arqueología e Historia de Aragón, llevadas a cabo por profesores e investigadores de la Universidad de Zaragoza.  En ellas encontramos datos que nos pueden ayudar, aunque de forma indirecta, a reconstruir, de alguna manera, la historia de nuestro pueblo.

Hoy presentamos el capítulo dedicado a los orígenes de Quinto.  Naturalmente, no se trata de un trabajo definitivo;  sino de un trabajo provisional que quiere dar un primer paso en la tarea de llevar un poco de luz a la oscuridad en que se hallan muchos periodos de la historia de nuestro pueblo.

Los antecedentes Íberos

Hoy en día tenemos como dato seguro que el nombre o topónimo de nuestro pueblo es romano, del latín "Quintus" que significa el quinto.  Pero también sabemos que antes de la llegada de los romanos, estas tierras estuvieron habitadas por los íberos, que también dejaron sus huellas aunque hoy están prácticamente borradas.

Para lo que nos interesa a nosotros, basta con saber que este pueblo se va asentando en el curso medio y bajo del Ebro a partir del siglo V a.C..  De esa época dataría el poblado íbero de Azaila.

Más tarde, entre los siglos I a,C, y I d.C., historiadores y geógrafos como Diodoro, Tito Livio y Estrabón, aluden en relación del Valle del Ebro, a la existencia de seis grupos:  vascones, suessetanos, sedetanos, iacetanos, ilergentes y celtíberos citeriores.  La ubicación de estos grupos la podemos loclizar en el mapa adjunto.

No hay duda de que el "ager sedetanus" (el país o territorio de los sedetanos) se localizó en el centro del valle, desde el Guadalope hasta el Huerva y Jiloca, integrando en su territorio a Salduie.  Tampoco hay duda de que en este territorio estaba incluido el término municipal del actual Quinto.

Los sedetanos, aunque no gozaron de una gran extensión territorial, dieron también centros acuñadores de moneda de importancia, Celse (Velilla) y Salduie (Zaragoza).

Pero además del núcleo urbano o poblado grande, hubo otro tipo de asentamiento, disperso y más numeroso:  el núcleo pequeño, con una función económica (explotación agraria) o defensiva (puesto de vigilancia en cruces de caminos).  Tal vez sea el caso de los yacimientos encontrados en el Castillejo de la Romana (a un kilómetro y medio de La Zaida, aunque pertenece al término de La Puebla de Hijar), los Castellazos (Mediana) o la Corona (Fuentes).

Además de estos yacimientos que están documentados por los estudios arqueológicos, nosotros estamos en condiciones de poder afirmar que en los términos de nuestro pueblo se han observado vestigios de asentamientos íberos.  Se trataría de núcleos pequeños como los citados anteriormente, es decir, de explotaciones agrarias familiares, dependientes, tal vez, del poblado grande de Azaila.  Esto viene avalado por el hallazgo de monedas y utensilios que se ha producido a lo largo de los años.

En conclusión, podemos afirmar que antes de la llegada de los romanos, los parajes de nuestro pueblo fueron habitados por los íberos, concretamente por el grupo de los sedetanos.  Por estas tierras cazaron, sembraron y apacentaron sus rebaños los íberos-sedetanos y con ellos se encontraron los romanos cuando vinieron a conquistarlas.

Los orígenes Romanos

A pesar de los antecedentes íberos, lo cierto es que el nombre histórico de nuestro pueblo viene de los romanos.  Ya hemos dicho, al comienzo, que viene de "quintus", que significa el quinto.  A este propósito en la obra "Aragón, pueblo a pueblo", se proponen las siguientes hipótesis:

"Puede proceder (el nombre de Quinto) de un antiguo establecimiento de esa época, o del quinto miliario, o bien de la quinta parte de una división agrícola".

Sin embargo el profesor Manuel Martín Bueno, establece de forma categórica:

"Quinto conserva el topónimo seguro del quinto miliario de la vía que conducía desde Celsa hasta Cesaraugusta, con coincidencia de la distancia".

Para entender lo que en esta afirmación se dice, necesitamos detenernos un momento en algunos datos históricos de Roma y de su actividad colonizadora en Hispania y más concretamente en el Valle del Ebro.

 

a)      ROMA

Se funda en el año 753 a.C..  En un principio fue monarquía.  Posteriormente, en el año 510 a.C. se proclamó la República.  Desde esta fecha fue gobernada por Cónsules, Dictadores, Decenviros (grupo de diez magistrados) y Triunviros (gobierno de tres generales/políticos).  Finalmente con Octavio Augusto (63 a.C.-14 d.C.) comenzó el Imperio o época imperial.

                        La presencia de Roma en nuestro territorio tiene lugar desde finales del siglo III a.C., en que los romanos llegaron a Hispania para combatir a los Cartagineses.  No obstante, hasta la derrota de los cartagineses en el año 206 a.C. y su expulsión de la Península Ibérica, no comienza la verdadera conquista romana de Hispania.  Estos acontecimientos suceden en plena era republicana.

 

            Hacia el año 100 a.C., la República romana tiene ya montado un dispositivo de control sobre la mayor parte del actual territorio aragonés.  Sin embargo, durante este siglo I a.C. la República se verá perturbada por las guerras civiles que sucesivamente se desatan en Roma entre la facción aristocrática-conservadora (encabezada por Sila y luego por Pompeyo) y la "popular" (dirigida por Mario, Cinna, Sertorio y finalmente, por César).

            El Valle del Ebro incluído en la órbita colonizadora del mundo romano, se constituirá enseguida en escenario de estos enfrentamientos que caracterizaron los últimos días de la República romana, lo cual supondrá un grave azote para nuestro territorio.

            PRIMERA GUERRA CIVIL:  Sertorio-Pompeyo.-  El dictador Sila (82 a.C.) destituyó a Sertorio de gobernador de la Hispania Citerior.  Sertorio no sólo no hizo caso sino que apresuró su entrada en la Península con un fuerte contingente de seguidores, que durante largos años presentarán encarnizado frente contra los partidarios de Sila.  A la muerte de éste le sucedió en el gobierno de Roma, un noble, Pompeyo (78 a.C.).  Al llegar la primacera del año 76 a.C., Pompeyo con un ejército de 30.000 hombres comienza la ofensiva contra Sertorio en Hispania.  Los combates mantenidos por ambos ejércitos asolaron todo el territorio de la Hispania Citerior.  Numerosas ciudades y poblados desaparecen a partir de estas fechas.  Por citar los casos más cercanos a nosotros:  la ciudad íbero-romana de Azaila, Contrebia Belaisca (Botorrita), el poblado romano de Fuentes y otros, todos simpatizantes de Sertorio, fueron arrasados por los ejércitos de Pompeyo, que finalmente culminaron la campaña a su favor.

            SEGUNDA GUERRA CIVIL:  César-Pompeyo.-  En el año 62 a.C., surge en la ecena política Cayo Julio César, conquistador de las Galias (Francia), quien acuerda con Pompeyo y Craso su pacto secreto para controlar la República, que es conocido como el "Primer triunvirato".  Sin embargo, la política económica y social que César intenta llevar a cabo en el año 59 a.C., alarma a Pompeyo y a los sectores tradicionales del Senado.  Comienza una fuerte rivalidad política entre ellos que acaba en guerra civil, la segunda de esta época.  De nuevo entra Hispania en las guerras civiles de Roma.  Durante el transcurso de estos acontecimientos, el territorio de la íbera Celse (Kelse), antecesora de la colonia romana, debió de verse involucrado en el conflicto.  El 49 a.C. es una fecha señalada para la historia del Valle del Ebro pues en dicho momento tuvo lugar la batalla de Ilerda (Lérida) que significó la victoria de César sobre los pompeyanos, a los que concedió importantes condiciones de paz.  Desde este momento se vislumbra la importancia estratégica que tomaría el enclave de la futura Celsa, junto al río Ebro.  Parece que las intenciones de César sobre el enclave de Celsa o su territorio estaban ya ciertamente definidas al terminar las acciones militares sobre los pompeyanos y no es de extrañar la elección del lugar para fundar la ciudad, habida cuenta de su situación sobre el río dominando un importante vado al final de una significativa vía de penetración y como lugar firme para adentrarse en la porción media del Valle del Ebro.

 

b)      CELSA-CESARAUGUSTA

Marcus Aemilius Lépidus, desde su puesto de 'praetor' urbano de Roma favoreció la causa de César.  En el 49 a.C., fue nombrado gobernador de la Hispania Citerior.  En el año 44 a.C. en que murió César, fundó la colonia a la que dio su 'cognomen' Lépida.  Siendo su nombre completo: COLONIA VICTRIX IULIA LÉPIDA.

En el 43 a.C., fue nombrado sumo pontífice y formó parte en Roma del segundo Triunvirato (Octavio y Marco Antonio).  Pero desde el 36 a.C., Lépido cesó como triunviro y fue declinando su estrella política.  A partir de entonces la colonia tomó el nombre primitivo, pero latinizado de Celsa.

Los primeros trabajos se debieron centrar fundamentalmente en la división de los terrenos a asignar a los primitivos colonos.  Es significativo a este respecto, el 'trifinium', mojón de límites, encontrado en Fuentes, y cuyo texto marca el límite de los campos de Lépida por la zona derecha del Ebro.  Esto indica que, en realidad, los primeros trabajos en la colonia se centraron en la construcción del puente para acceder a la margen derecha del río y cuya existencia refiere Estrabón (siglo I a.C.):

"A orillas del Iber se alza la ciudad llamada Caesaraugusta y la de Celsa, una colonia por donde se cruza el río por un puente piedra".

Por lo que se ve, los arqueólogos tienen bien estudiado el tramo de la vía romana Ilerda-Celsa.  Parece, sin embargo, que no han localizado el segundo tramo Celsa-Cesaraugusta.  ¿Qué podemos decir nosotros?

Teniendo en cuenta que desde la Edad Media las rutas de España siguieron o aprovecharon en lo posible las antiguas vías romanas, no sería extraño que la ruta que nos ocupa siguiera en algunos tramos el trazado de la actual carretera de La Zaida a Quinto.  En otros momentos su trazado podía estar ocupado por la vía del ferrocarril y en otros podría discurrir paralela a la actual carretera por el lado del monte.  De hecho, cerca ya de Quinto se pueden ver restos o vestigios que tienen todas las trazas de ser parte de la obra con que los romanos construían sus vías. Al llegar al actual cruce con la carretera de Castellón el camino se adentraría por la izquierda hasta ir a dar a las inmediaciones de la calle del Luco y acceder a la planicie ocupada actualmente por el campo de fútbol y las eras que lo circundan, pues creemos, que en ese sector se debieron instalar las infraestructuras para llevar a cabo los servicios y actividades que a continuación vamos a comentar.

Finalmente, desde allí se dirigiría a Fuentes, rumbo a Zaragoza.  De este trazado no hemos intentado averiguar nada.

Fuera como fuere el trazado, la importancia de este camino parece incuestionable, el más antiguo con el que debió contar el actual Aragón;  y la cita del geógrafo Estrabón de que el único puente de piedra que había para atravesar el río desde Dertosa (Tortosa) hasta su nacimiento, sea precisamente éste de Celsa es suficientemente elocuente como para corresponder a un camino de primer orden que justificase el tenddo de un puente de piedra sobre el caudaloso Ebro, puente del que se conserva, dos kilómetros aguas abajo de Velilla, un machón en su arranque en la orilla opuesta (orilla derecha).

En resumen, inmediatamente de concluida en la zona la segunda guerra civil, el poblado indígena de Celse -Kelse- (Velilla) se transforma en la primera ciudad romana del río: Colonia Victrix Celsa.

Unos veinticinco años más tarde, como dado fe de la completa integración con Roma, Augusto (Cayo Julio César Octavio, 63 a.C.-14 d.C.) el heredero de César y primer emperador romano, transformaba la antigua ciudad íbera de Salduie en la Colonia Cesaraugusta, que se convirtió en la ciudad más importante del Valle del Ebro, tanto por su valor estratégico, como por los nuevos intereses económicos y políticos de la Roma imperial.

c)               LAS VÍAS DE COMUNICACIÓN.

Aragón estuvo surcado por una amplia red viaria que conocemos parcialmente gracias a los datos de las fuentes escritas (Itinerario de Antonino, Anónimo de Rávena), y a los restos materiales dispersos por nuestra geografía.  Atendiendo a los aspectos arqueológicos la primera vía conocida fue la de Ilerda-Celsa, trazada cono vertebración de la zona sometida a Roma, sirviendo de nexo entre territorios densamente poblados desde el siglo II a.C..  Esta calzada que recibió el nombre de Vía Augusta, fue construída en la época del procónsul Q. Fabio Labeón (111-110 a.C.) constituyendo una de las arterias documentadas más antiguas del Valle del Ebro.  Se trata del camino que enlazaría desde Ilerda (Lérida) con Fraga.  De Fraga atravesaría el Cinca algo más abajo de Torrente de Cinca para pasar por el despoblado de Cardiel a Candasnos.  Entre Candasnos y Peñalba se superpone la actual carretera N-II.  Luego descienda a Bujaraloz, hasta alcanzar Celsa y el Ebro por la val de Velilla.  En Celsa atravesaría el Ebro por el puente mencionado por Estrabón, y luego por La Zaida seguiría hasta Cesaraugusta.

d)         LOS MILIARIOS.

Las vías de comunicación potenciaron mejor que ningún sistema la romanización del territorio, y al amparo de las mismas surgieron numerosos núcleos habitados, nacidos como lugares de reposo y abastecimiento.

A lo largo de las calzadas se alzaban los indicadores de distancias:  los miliarios;  que eran piedras inscritas, generalmente cilíndricas que señalaban las distancias en las vías cada mil pasos (mil pasos igual a una milla igual 1487 metros);  y así consignaban la situación de un punto determinado respecto de la cabecera de la vía.  Muchos de estos miliarios dieron nombre a localidades:  Tierz, Cuarte, Quinto, Sieso, Siétamo, Utebo y Nueno, derivados respectivamente de Tertius, Quartus, Quintus, Sextus, Séptimus, Octavus y Nonus.

Jalonadas en miliarios y con etapas fijas 'mansiones' a intervalos regulares, las vías oficiales, tenían su administración peculiar a cargo de los 'curatores viarum' (encargados de las vías).  Con Augusto se reglamentó 'cursus públicus' (camino público), sistema de postas y correos con relevos permanentes a intervalos regulares, con prioridad para uso político y militar.

Concretamente, en las vías romanas había estas etapas:

-  'mansiones':  instalaciones para hospedaje para una noche.  Distaban unas de otras a razón de 30-35 kilómetros de media.

-   'mutationes':  lugares de relevo de correo o monturas.

-   'stationes':  destacamentos de vigilancia del tránsito, a distancias-promedio de entre 7 y 12.000 pasos (de 11-18 kilómetros).

Una vez que hemos logrado hacernos una idea de cómo estaban las cosas en aquella época, podemos aventurarnos a proponer algunas hipótesis razonables.

Partimos del dato seguro de que nuestro pueblo recibe el nombre del quinto miliario de la vía Celsa-Caesaraugusta, que corresponde a 7,405 kilómetros a partir de Celsa.  Entonces podemos suponer que entorno al quinto miliario se estableció una 'mutatio', es decir, un servicio de relevo de correo o monturas.  También poco podemos descartar que se hubiera establecido un destacamento de vigilancia del tránsito 'statio', aunque parece menos probable, si nos atenemos a los indicadores de más arriba.  En cualquiera de los casos es lógico pensar que se estableció un destacamento militar o de funcionarios para llevar a cabo la tarea que allí se realizaba.  Y si se trataba de una 'mutatio' entonces hemos de suponer que debería contar con un mínimo de edificios para el alojamiento de los relevos y de los relevados que allí descansaban.  Y si además se producía el relevo de cabalgaduras, hemos de suponer la existencia de algunos corrales del tipo que fueran, donde se cuidaban y alimentaban las monturas que iban a ser utilizadas al producirse el relevo de las mismas;  corral que serviría también para el descanso y alimento de las cabalgaduras relevadas.  Si ésto era así, parece lógico pensar que este destacamento debería contar con una fuente de suministro de comida tanto para las personas como para los animales.  Creo que no es descabellado suponer que esa función debieron realizarla los moradores de algún asentamiento de íberos romanizados, dedicados a la agricultura y a la caza, cuyos productos venderían a la administración romana.  Este poblado, con el fin de facilitar las cosas, acabaría estableciéndose junto al quinto miliario.  Y así la población estable surgida por la presencia de militares-funcionarios romanos y de agricultores íbero-romanos, en torno al quinto miliario de la vía Celsa-Cesaraugusta, dio origen a un poblado que debió de ser conocido muy pronto con el nombre de Quinto.  Éste podría ser el origen histórico de nuestro pueblo.  Nos aventuramos a datar estos hechos entre los últimos años del siglo I a.C. y los primeros años de nuestra era.  Por consiguiente, en el comienzo de la época imperial inaugurada por Ocatavio Augusto.

Pero además del núcleo principal de Quinto toda la margen derecha del Ebro estuvo sembrada de villas (explotaciones agrarias familiares) que testimonian una intensa actividad colonizadora de Roma en estos parajes.  La zona de Matamala (antes y después), el llamado Quintillo, la zona de la Fandega, son lugares en los que se han visto algunos restos o vestigios de presencia romana, pero ya de época imperial tardía (siglo III y IV de nuestra era).

 

propósito de  "EL LUCO"

Una vez asentado el origen romano o latino del nombre de nuestro pueblo, nos encontramos en él con un topónimo que es también de origen latino y por lo tanto romano:  el Luco.  Lo cual vienen a confirmar la romanidad de nuestros orígenes.

Partimos de que, como sucede en otros casos, el vocablo español 'luco' proviene de la palabra latina 'locus' que tanto puede significar bosque como sencillamente lugar o sitio.

Esta palabra 'locus' ha dado origen al nombre de la ciudad gallega de Lugo, y entre nosotros a Luco de Jiloca, en la provincia de Teruel.  Según esto, el Luco de Quinto, al igual que los anteriores, sería el nombre con que se deseignó a cierto asentamiento de época romana.

Ahora bien, observando las características de ese emplazamiento que se trata de una vaguada con inclinación o barranco, no parece, a primera vista, que sea el lugar normal que utilizaban los romanos para sus asentamientos.  Sin embargo, tenemos el hecho de que el casco urbano de Luco de Jiloca se resguarda en la ladera de un cabezo.  Vemos en ambos casos un paralelismo evidente, lo cual quiere decir que aunque ésta no era la forma habitual de los asentamientos romanos, hubo casos en que por determinados imperativos se vieron en la necesidad de hacerlo de esta otra manera, tal como sucede en Luco de Jiloca y en nuestro Luco de Quinto.

Tal forma de proceder obedecería a una doble finalidad;  por una parte liberarse de las aguas de la lluvia al dirigirse éstas a la parte más onda y por otra, resguardarse del viento.

Esta referencia al viento no es una simple ocurrencia,  sino que se trata de una referencia con base histórica.  En efecto, el Cónsul Catón, enviado por el Senado Romano en el 195 a.C. con un ejército de 30.000 hombres para reprimir una revuelta generalizada en la provincia de la Hispania Citerior (en la que entraba todo el Aragón actual), fue el autor de la obra "Orígenes", una historia de Roma conservada fragmentariamente, y en ella señala exageradamente que por estas tierras soplaba un fuerte viente del noroeste, el "cercius", capaz de derribar una carreta cargada o a un hombre completamente armado.  No hay duda, pues, de que nuestro viejo amigo el cierzo, ya castigaba en aquellos tiempos remotos al ejército romano y en general a los moradores de estas tierras, asi que, no debe sorprendernos que aquellas gentes hicieran sus asentamientos al abrigo del azote del viento.

En resumen, si unimos los topónimos Quinto y Luco, podemos proponer la hipótesis de que determinadas gentes se establecieron en un lugar Luco, junto al quinto miliario de la vía Celsa-Cesaraugusta, para atender los servicios que allí tenían lugar ;  lo cual dio origen a un poblado que acabó conociéndose como QUINTO.

 

Epílogo

El lector ha podido comprobar que es este relato recurre con frecuencia a expresiones tales como "tal vez", "es muy probable", "no sería descabellado pensar",..., que ponen de manifiesto el carácter hipotético de lo narrado.  Pues aunque partimos de unos datos ciertos, sin embargo carecemos de lo fundamental, es decir, carecemos de los restos arqueológicos del asentamiento romano en torno al quinto miliario que dieron origen a nuestro pueblo.  Esta ausencia de restos arqueológicos constituye todo un enigma.

Tal vez ello se debe, a que en realidad no hubo un asentamiento bien consolidado, o que tuvo una existencia efímera;  pues al trasladarse la capitalidad de Celsa a Cesaraugusta, la vía perdió importancia y, en consecuencia, los servicios que en ella se ofrecían, como la 'mutatio' del quinto miliario, terminaron por desaparecer.  De esta manera el recién nacido poblado de Quinto habría quedado reducido, a los pocos años de su creación, a una pequeña aldea de agricultores ibero-romanos, carente de construcción civil relevante.  No obstante, cabe también la otra posibilidad:  debe haber yacimiento romano, solo que todavía no lo hemos hallado.

 

   
 

Antigüedad en Aragón

El convento jurídico caesaraugustano, L. Sancho Rocher.
Yacimientos romanos, M. Martín Bueno.
Caesaraugusta, M. Beltrán Lloris y A. Mostalac Carrillo.
Villas romanas,M. A. Hernández Prieto.
Necrópolis y monumentos funerarios romanos, M. L. Cancela.
Vías romanas, M. A. Magallón Botaya.
La Antigüedad Tardía: Aspectos políticos, M. V. Escribano Paño.
Restos paleocristianos, M. A. Mostalac Carrillo.
Arqueología hispano-visigoda I, J. A. Paz Peralta.
Arqueología hispano-visigoda II, J. A. Paz Peralta.

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