Miquel Batlle Cels  
 Anotaciones de su  diario personal
 
durante su paso por el frente de Quinto

 


Miquel Batlle i Cels nacio en Arenys d'Empordà, municipi de Garrigàs, el 30 de setiembre de 1911 y es el hermano mayor de tres hermanos, se caso con Catalina Gibert i Espigule en 1936.  Acudió al frente de Aragón tras un mes de espera en la retaguardia y estuvo en Quinto según relata su diario.  ( Ver el trabajo completo de investigación realizado por uno de sus descendientes ) 

“ Catalina mía, ya verás como volveré.”

La salida de Figueres fue a las 9, unos cantaban y reían, yo no reía ni cantaba, en aquellas horas mi Catalina estaría llorando porque su Miguel le había dicho que volvería y pasaban las horas y no volvía, que cruel era nuestro destino, el mandaba había que obedecer, el fantasma del tren seguía su marcha rumbo desconocido para nosotros, ¿Adonde íbamos? No los sabíamos, llegamos a Gerona, paramos cosa de una hora, pasado este tiempo rompió otra vez la marcha, llegamos a Empalme otra parada, habíamos entrado a la línea de la costa, pasaríamos por Masnou, al pasar por allá como recordaría aquel 30 de septiembre, no podía recordarse aquello, había que olvidarlo todo para no pensar nada mas que en la guerra, que crueles somos los hombres, seguimos la marcha, pasamos por Masnou pero no me di cuenta porque me había dormido, me desperté en Pueblo Nuevo el tren estaba parado, estuvimos mucho rato, se siguió la marcha llegamos a Barcelona el tren no paró siguió su marcha con lentitud, pasamos por delante la estatua de Colon, ¿adonde vamos? Era nuestra pregunta a ¿Valencia? Llegamos al Morrot, debajo mismo de Monjuic nueva parada, me quedé dormido de nuevo, el sueño me vencía, la noche anterior no había dormido, no me di cuenta de cuando arrancó el tren, al despertar, estábamos ya en Reus, ya sabíamos mas o menos adonde íbamos, al frente de Aragón a que punto, lo ignorábamos.

Salía el sol, era domingo día 8 de agosto, el tren siguió su marcha, iba yo despreocupado contemplando el paisaje desconocido, llegamos a Mora de Ebro, nueva parada, de nuevo seguimos la marcha y entramos ya en tierras aragonesas, llegamos a Caspe, paró el tren, habíamos llegado ya al punto final de nuestro destino, orden de bajarnos del tren, y nos acomodamos allí cerca la estación debajo de unos grandes árboles en espera de que el capitán buscara un local para alojar a la compañía, así estuvimos dos horas, vino el capitán, había encontrado local, estaba allí cerca, era un molino aceitero viejo, no estaba muy bien pero no estaríamos mal, fuimos allá, nos alojamos, yo lo primero que hice fue escribir a mi Catalina dándole cuenta de donde estaba y que había llegado bien, después de un viaje de 15 horas, luego vino el capitán, había encontrado otro local mejor y teníamos que ir allá, recogimos el equipaje y allá fuimos, era un café, estaríamos mejor, teníamos café allí mismo, pues dormíamos en la misma sala de café, era el café de izquierda republicana del pueblo, ya estábamos cerca del frente, fuimos a cenar tomar café y de paseo por el pueblo, es un pueblo algo grande pero no tiene ningún atractivo, ni es interesante, después de un rato de paseo fuimos a dormir y llegó el siguiente día.

Diana, lista y a tomar el café después de paseo por el pueblo, fui a comprar algo para comer con el rancho, por la tarde fuimos a bañarnos a un río que esta allí cerca el Guadalupe, regresamos al pueblo y de paseo hasta la cena, yo iba siempre con unos amigos de San Juan Abadesas, cenamos tomamos café y de paseo, y así pasaron los días hasta que llegó el sábado próximo día 14, día en que se dio la orden de salir de Caspe para acercarnos más al frente de fuego saldríamos a la noche a las 9, llegó esta hora y nos llevaron a la estación, el tren estaba preparado, subimos a el y arrancó, no sabíamos adonde íbamos, hacia el frente, seguro, era de noche no veíamos nada, andamos unas dos horas, llegamos a una estación, todo a obscuras era señal de que el frente estaba muy cerca era La Zaida , el tren no podía seguir mas adelante descendimos y a pié nos dirigimos al pueblo, distaba unos cinco minutos nos acomodamos a un local grande y nos dispusimos a dormir.

Así llegó el domingo día 15 nos levantamos ya muy de día , lo primero que hicimos fue visitar el pueblo un pueblo pequeñito y feo, había una tabernucha donde íbamos a tomarnos el vasito de “tinto”, ya estaba visto el pueblo, el frente estaba muy cerca, 6 quilómetros, compramos algunos conejos a una buena mujer que nos los guisó muy bien, éramos 10, comimos en la misma casa, la tarde nos fuimos de paseo, y a bañarnos al río Ebro que estaba allí mismo, cenamos y a la taberna a beber el vasito y a dormir, y así llegó el lunes, comer pasear y dormir.

Íbamos todos los días a bañarnos un día de estos los 10 compramos un cordero y aquella mujer nos lo guiso también y así estuvimos hasta el día 24, día en que empezó a llegar fuerza y material al pueblo, el día siguiente se hacia la ofensiva para tomar Quinto, y seguir adelante, nosotros teníamos que salir del pueblo, y a la noche salimos andando, y estuvimos andando hasta las 12 del siguiente día pasamos por Sóstago, atravesamos el Ebro y llegamos a Escatrón pueblo pequeño pero bonito llegamos a las 12 del día, en el camino empezamos a sentir el fuego de la Artillería y se veía la Aviación atacando las posiciones que defendían Quinto, llegados a Escatrón nos acomodamos a orillas del río debajo de los árboles, comimos, fuimos a visitar el pueblo y así pasamos la tarde, y llegó la noche ya fuimos a dormir, y aun no era de día tocaron “generala” a formar de prisa y corriendo, habiendo que salir inmediatamente, salimos a la carretera allí nos esperaba una larga caravana de coches autocares, estábamos toda la Brigada , nos embarcaron  y salimos disparados haríamos falta en algún frente, llegamos y pasamos de Asaila, en el camino nos protegía una escuadrilla de “chatos” un kilómetro pasado Asaila hay un gran olivar allí nos acomodamos, debajo de los olivos, había una infinidad de fuerza, pasó la tarde, llegó la noche, dormimos.

Llegó el día siguiente, era el día 27 de mañana se nos dio el armamento, el fusil nuevo, flamante, lo limpiamos bien, luego fuimos a probarlo, disparamos cinco tiros, comimos a la tarde no hicimos nada, me encontré con el amigo Luís y Grau, pasamos la tarde juntos, llegó la noche, nos despedimos, deseándonos mucha suerte y a dormir.

El día siguiente el 28 llamada general formar rápidamente con todo y salir andando carretera adelante, se había tomado Quinto y nosotros teníamos que ir a relevar las fuerzas que habían operado fuimos andando, empezamos a ver los primeros señales de la guerra, trincheras, coches destrozados, ambulancias que traían heridos del frente, llegamos a Quinto, primera impresión , a la entrada del pueblo a la cuneta de la carretera había 4 soldados muertos, casas destrozadas, algunas humeando todavía, los animales sueltos por las calles, atravesamos el pueblo y andando llegamos a orillas del frente, a la estación de Pina y Ermita Banastre, aquí paramos nos hicieron la comida comimos, al poco rato vino la aviación con intención de bombardearnos, nos habían descubierto, pero la defensa antiaérea se lo impidió, bombardearon el pueblo de Pina inmediatamente se dio la orden de salir de allí y retroceder hasta Quinto, y fuimos a orilla del rió debajo de una arboleda, aquí nos cogió la noche y dormimos, pasamos aquí el día siguiente era el 29 de agosto de 1937

Y llegó el 30 se organizaron las escuadras, yo fui destinado a la escuadra del fusil ametrallador, me gustaba, aquello era una maquina, llegó la noche, orden de salida, formamos a la carretera y salimos andando, andamos unas horas, mucho cuidado, sin hablar ni fumar se nos ordenó, el enemigo estaba muy cerca, llegamos a primera línea, los que habría se marcharon, éramos el relevo que había llegado se montó la guardia, los que no entrábamos de guardia nos acostamos a dormir, al amanecer nos llaman y nos distribuyen por prisiones, yo fui destinado a una posición al mando del teniente Minguillón, éramos la 1ª sección, junto con nosotros estaba un pelotón de ametralladoras, no había trincheras, nada, pero estábamos resguardados, no sabíamos donde estaban las posiciones enemigas, se hizo de día empezaron a oírse los primeros disparos, “aquellos montes que se ven” ,nos dijo el teniente, “esta el enemigo”, bien, ya sabíamos donde estaba, emplazamos el fusil ametrallador y empezamos a trabajar, a hacer trinchera, era trabajar para nuestra propia vida, delante de nuestra posición se veían cadáveres, había también tres carros de asalto abandonados, hubo que ir a por comida y agua, era peligroso salir, salió una escuadra con precaución tenían que ir a unos dos quilómetros atrás donde estaba el mando del Batallón, regresaron con la comida y el agua sin novedad, la comida era un frío bote de carne, latas de sardinas, mermelada, pan y agua para beber. Comimos y siguió trabajando.

Así pasó el primer día de frente, era el 30 de agosto, de noche se montó la guardia, había que salir unos 100 metros de la posición, de escucha, la guardia de trinchera la haríamos nosotros los del fusil ametrallador, montamos la guardia éramos cinco y el cabo, 2 horas cada uno, pasó la primera noche sin novedad, amaneció el día siguiente los escuchas se retiraron, se empezó a trabajar, había que trabajar para mejorar nuestra posición, y así pasó el día y pasó otro y llegó a eso de las 9 de la noche, los escuchas habían salido, yo estaba de guardia en el fusil ametrallador, se formó un violento tiroteo de trinchera a trinchera que daba miedo, duró una hora, el ametrallador se encasquilló, no tiraba, y había que tirar, cogí el fusil individual y disparaba, el fusil se calentaba me quemaba las manos, pero había que tirar, se ordenó parar el fuego, el enemigo ya no tiraba, estaba cansado sudando, borracho de la pólvora, atontado del estrépito de las bombas, maquinas y fusiles, comimos, la situación estaba tranquila, nos acostamos a dormir y así amaneció el día siguiente, tranquilidad, no habíamos tenido que lamentar ninguna baja.

Seguíamos trabajando en fortificarnos, era la garantía de nuestra propia vida, ya empezábamos a estar medio bien, y así fueron pasando los días con tranquilidad, y llegó el día 10, yo estaba de guardia en el fusil ametrallador de 4 a 6 de la madrugada empezaba a clarear el día, yo estaba atento y vigilante y veo venir agachado y corriendo, un soldado armado de fusil y cartucheras, por el uniforme vi que no era de nosotros, preví que era un soldado que se pasaría a nuestras filas, empuñé bien mi fusil, lo deje se acercará hasta unos 20 metros de mi, lo encañoné con el fusil y le di la voz de alto, se paró en seco, “no tires compañero que me paso” me contestó; “cuerpo a tierra” le ordené sin titubear se tiró al suelo, yo con mi fusil le apunté bien, “levántate y con los brazos en alto avanza hasta mi” le ordené otra vez, se levantó, yo no dejaba de apuntarle y avanzó hasta mi y saltó la trinchera, le quité el fusil y cartucheras, me abrazó, llamé al cabo guardia y se hizo cargo de él, el cabo llamó al teniente jefe de la posición se abrazaron y se lo llevaron al puesto mando del Batallón, a mi me felicitaron.

Fueron pasando los días con relativa tranquilidad, ya había habido algunas bajas en el Batallón, un muerto y varios heridos, llegó el día 15 día en que tuvimos que cambiar de posición los que allí estábamos de la 4ª compañía, ya que empezábamos a estar bien, cambio; no había que replicar, sino obedecer llegó la noche y dejamos la posición, pues era peligroso salir de día, caminamos unos 3 quilómetros y llegamos a la nueva posición, emplazamos el ametrallador, se montó la guardia y me dispuse a dormir, la posición estaba mas lejos del enemigo que la que habíamos dejado, no estaba tan fortificada pero ya la fortificaríamos nosotros, eso no importaba, no había tanto peligro, se podía salir a cualquier hora sin ser vistos, había que trabajar, ser arregló la posición bhastante bien y así fueron pasando los días, algunas veces fui a ver a mi cuñado Jaime pues estaba cerca, y así llegó el día 26 de septiembre, día trágico, a eso de las 3 de la madrugada llegó una orden al teniente, la orden era que dejáramos la posición, llevándonos todo el material, pero que dejáramos el equipaje, que fuéramos al puesto mando y de allí a reuniones con el resto de la compañía, allá fuimos se veían preparativos, mucho material, “eso es para dar un ataque”, dijimos nosotros, eso es para dar un ataque, y así fue, llegamos donde estaba la compañía y nos pusieron a una trinchera, preparados y esperar se dijo, cartucheras llenas y 4 bombas cada uno, así lo hicimos, era casi de noche, allí esperamos, se hizo de día, salió el sol, nosotros pensábamos, “ya no atacaremos, de día sería un suicidio”, seguíamos esperando órdenes, empezó a nublarse el cielo, negros nubarrones cubrían el firmamento, era domingo, vino el teniente con esta orden: a la 8 disparará la artillería y vendrá la aviación y se hará el asalto.

Serían las 7 ya nos despedimos de la vida cuántos iban a caer, o íbamos a caer para siempre, todos estábamos callados y pensativos en espera de la hora fatal, las 8, empezó a disparar la artillería, vino la aviación se dio la orden de ataque, salimos todos de la trinchera, llovía un poco, aún no habíamos corrido 40 metros nos hizo fuego el enemigo, un intenso fuego de ametralladora fusilera y mortero, caían las balas como cae la lluvia un día de furiosa tempestad, yacían ya en el suelo, muertos para siempre el teniente de mi sección, el capitán de la compañía, otro teniente, varios soldados, nos tiramos al suelo, el fuego seguía furioso, no se podía avanzar, el terreno era llano y limpio, me sentí un golpe en la boca, brotó la sangre, un casquillo de metralla me había roto un diente, al poco rato me sentí un pinchazo en el dedo pulgar de la mano izquierda lo miré atravesado por una bala, brotaba mucha sangre ¿Qué hacer? A mi lado había otro herido, un buen compañero mío, “¿Qué hacemos?” me dijo, no había mando habían muerto todos, de seguir allí éramos muertos, “yo intento retirar” le dije, “y yo”, me contestó, y arrastras fuimos retirando, nos triaban pero no nos daban, seguíamos arrastrándonos como serpientes.

Llegamos a la trinchera de la 3ª compañía, unos compañeros nos cogieron y nos curaron, empezaba a dolerme mucho, tenia sed, mucha sed, me dieron agua, gritos, llanto por todas partes, muertos, muchos heridos, nos pusieron en una chabola a los heridos, llovía, yo miré por una aspillera el campo hasta donde había llegado yo, muertos, muchos muertos, de mi sección habíamos atacado 29, 18 habían muerto, los otros 11 estábamos todos heridos, había que sacarnos de allí a los heridos evacuarnos al hospital, pero había que esperar a la noche, de día no se podía salir, estaba la salida batida por las armas enemigas, cuánto sufrimiento hasta la noche, de mi escuadra murió uno, los otros estábamos heridos, por fin llegó la noche, amparados por su manto oscuro, hasta el puesto socorro, los demás los sacaron con camillas, el médico nos curó, la ambulancia nos esperaba ya una vez curados nos subimos a ella y salimos hasta el puesto socorro de la Brigada , aquí pasamos un rato, llegaron mas ambulancias y nos llevaron al hospital de Quinto, aquí estuvimos hasta las 3 de la tarde del día siguiente era el 27, luego con otra ambulancia nos llevaron a Puebla de Hijar, no había cabida, el Hospital estaba lleno, retrocedimos y nos llevaron a Albalate Luchador, nos hospitalizaron, nos curaron y nos dieron la cena y un gran vaso de leche.

¡Que enfermeras había! Que bonitas eran, teníamos nuestra cama limpia, nos acostamos a dormir, yo sufría por mi Catalina, que decirle, no pensaba decirle que estaba herido, ¡Que se habría figurado! Mi herida era leve y ella se habría figurado que me estaba muriendo, le diría que estaba en el pueblo de descanso; así lo haría, había que engañarle otra vez, ya había dicho a Jaime que no dijera nada a su casa, no diría nada, lo había visto salir herido de la trinchera quedé tranquilo no le había pasado nada, llegó el día 28, vino el médico nos vio las heridas, los que éramos leves nos quedaríamos allí mismo, los graves los llevarían a los Hospitales de Cataluña, que mala suerte, pero había que obedecer, y quedé hospitalizado allí, los mas graves se los llevaron, en fin fuera lo que fuera, yo no podía hacer nada solo obedecer, escribí a mi Catalina no le dije que estaba herido, le decía que estaba descansando, así estaría mas tranquila, yo no quería que lo supiera, más no fue así, lo supo, como, pues por las cartas que ella me escribía a la compañía y al no estar yo le eran devueltas con el nombre Hospital en el sobre, que sufrimiento seria el suyo, me escribió que le dijera la verdad, le contesté y le dije la verdad, ya sabia que estaba herido, estaba herido de una mano, no era nada, pero no podía servirme de la mano, las enfermeras me ponían la comida al plato, me cortaban el pan, lo que no podía hacer yo me lo hacían ellas, cada día por la mañana venia el médico a curarnos, después podíamos ir de paseo por el pueblo, era un pueblo pequeño, no tenia ningún atractivo que ver, así iban pasando los días, la herida se curaba poco a poco.

Y así llegó el día 17 de octubre, día en que sin estar curados nos dieron el alta a unos cuántos y nos mandaron a la Brigada , sin darnos ni un día de convalecencia, salimos del hospital yo y otro que íbamos al Batallón yo a mi compañía y el otro a la primera, fuimos al control a esperar el paso de algún camión que nos llevara, pasó uno que nos llevó hasta Puebla de Hijar, aquí esperamos otro que nos llevó hasta Anaila, aquí hicimos noche, llegó el día 18, de día ya emprendimos el camino andando y nos fuimos a La Zaida llegamos a las 12 teníamos una hambre loca, fuimos a comprar pan y carne y una buena mujer nos lo guisó, comimos, luego nos dirigimos andando a Quinto llegadas aquí nos fuimos al mando de la División y nos dijeron que fuéramos a intendencia que estaba a dos quilómetros mas arriba a una casa de campo, y allá fuimos

Llegamos ya de noche, nos dieron cena y cama para pasar la noche y el día siguiente con el camión que llevaba el suministro a las trincheras, nos fuimos con el hasta el puesto mando del Batallón, una vez allí nos presentamos al Comandante, al vernos nos dijo, “y sin curar los mandan aquí?”, “sin curar” le contestamos, bien, os vais a vuestras compañías y os presentáis al capitán, y fui a ver a mis compañeros al verme me abrazaron, yo les pregunté por mi ropa, no la habían encontrado, otros habían ocupado la posición que nosotros habíamos dejado para ir al ataque, y lo habían saqueado todo, yo lo había perdido todo, no tenia mas que lo puesto, los compañeros me dieron una cama, cené y fuimos a dormir.

Llegó el día siguiente lo primero que hice fue ir a ver a Jaime al vernos nos abrazamos y enseguida escribí a mi Catalina dándole cuenta que de nuevo estaba en el frente, tendría un disgusto, pero yo no podía evitarlo, había que sufrirlo, tenia la herida a medio curar, tenia que ir todos los días al médico a curarme, llevaba el brazo en charpa, no podía hacer nada, ni trabajar ni servicio de armas hasta que estuviera curado, así fueron pasando los días hasta que llegó el día 29, día en que tuvimos que cambiar de posición, salimos de noche a ocupar la nueva posición, yo me quedé a una posición mas atrasada con el practicante de la compañía y el cabo furriel aquí estuve tres o cuatro días fui reunirme con la compañía y estuve yendo a curarme todos los días y sin hacer nada, hasta el día 26 de noviembre día en que yo pedí hacer servicio, pues la herida ya estaba casi curada, lo pedí al capitán y me agregó a la escuadra del cabo Valls y pelotón del sargento Capa, de noche yo hice guardia, me daba pena y vergüenza que mis compañeros estuvieran todas las noches de servicio y yo acostado en la chavola, y así empecé de nuevo a prestar mi servicios, la herida se curó por completo, empezaba el frío a apretar, nos dieron ropa y capote, yo pedí ropa a Catalina, de día solíamos ir yo y el cabo Valls al 2º Batallón que estaba a la derecha nuestra, y allí encontré a uno de Vilasacra, precisamente uno que conocía a mi Catalina, un tal Bufa casado con una amiga de Catalina, hicimos amistad, me daba comida ya que ellos comían mejor que nosotros, nosotros comíamos malísimamente y poco, teníamos que salir de noche a recoger maíz y remolacha, lo torrábamos, y, que bueno estaba, había tanta hambre, yo tenia suerte de que mi Catalina me mandaba algún paquete de comida, sino me muero, así pasaron los días, sería el 9 o 10 de diciembre.

Nos relevaron y fuimos a descansar la segunda línea, aquí estuvimos unos diez días y de nuevo fuimos a primer línea a relevar a unos compañeros que irían a descansar de donde veníamos nosotros, era una posición nueva para nosotros, pero estaríamos bien, había buenas chavolas, aquí  me hicieron cabo, llegó la noche y se montó la guardia, mi misión era poner los soldados a mis órdenes al parapeto y de vez en cuando recorrer los puestos, así lo hacia, así pasé unos días, el teniente de la sección me puso de cabo encargado de ir a la cocina y recoger la comida, y a por el agua para beber, no tenia mas misión que esta, yo y mi escuadra no hacíamos servicio de armas, y así fueron pasando los días hasta que llegó el día 11 de marzo de 1938, día que antes de amanecer llegó la orden de abandonar la posición, de retirar, retiramos muy despacio y sin hacer ruido y al llegar a la estación de Pina y Ermita Bonastre nos paran y nos ponen en una trinchera, había que resistir allí, la 143 Brigada tenia la misión de guardar la retirada a las demás fuerzas que retiraba todo aquel sector, nos parapetamos, pasó el día 11 con tranquilidad.

Llegó la noche a las dos horas de haber obscurecido, se inició el primer combate, no pasó nada, a eso de las 12 otro más fuerte, no pasó nada, antes de amanecer otro intento más fuerte todavía, no pasó nada, llegó el día 12 transcurrió el día con tranquilidad, a la noche se montó como de costumbre la guardia, seguía la tranquilidad, yo estaba durmiendo tranquilamente al lado de los soldados de mi escuadra y a eso de las 11 llega la orden de retirada, recogimos todo el material y sin hacer ruido y calladitos abandonamos las trincheras y formamos a la carretera, una vez formados todos el capitán nos reúne a todos los que teníamos mando y nos dijo: “estamos cerrados la única salida que tenemos es por el río y tenemos que salir, si hacemos lo contacto con el enemigo hay que romper el cerco para salir”, se rompió la marcha, era marcha fosada, quise decir a todo lo que permiten las piernas, teníamos que andar 40 quilómetros en 5 horas, yo lo tiré todo, ropa, manta, capote, me quedé con lo puesto, los demás igual, íbamos cansados, sudando, pero había que seguir atravesamos Quinto, estaba evacuado no quedaba nadie pasamos Velilla, La Zaida no se encontraba nadie llegamos a Dástago al amanecer, nos habíamos salvado, descasamos un rato, salió el sol, vimos a una mujer vieja, “oh! Tu mira una mujer”, decíamos, hacia 8 meses que no veíamos ninguna, atravesamos el río por el puente de Dástago, y acampamos a unas montañas cerca del río, al poco rato la artillería nos descubrió, nos hizo un intenso fuego, abandonamos aquél lugar, corríamos peligro, y fuimos más atrás dónde el fuego de la artillería no nos alcanzaba, descansamos, llegó la intendencia con el suministro, comimos teníamos una hambre canina, no teníamos manta con que taparnos, teníamos frío, llegó la noche y nos dispusimos a dormir así pasamos unos días, yo encontré una manta y un abrigo.

A eso del día 20 ya de noche nos llaman y nos forman a la carretera, llegan unos camiones y nos embarcan a ellos, “a dónde iremos?” nos preguntábamos, haríamos falta en algún sitio, arrancaron los camiones, llegamos a Bujaraloz y seguimos adelante, era noche oscura y no veíamos a dónde íbamos la caravana seguía su marcha, por fin llegamos a sitio, a cosa de un kilómetro se veían luces de ser un pueblo, “qué pueblo es ése?” preguntamos a unos guardias de control que había dónde paramos, “Fraga” nos contestaron, vaya, estamos a retaguardia, nos acomodamos a dormir a una casa que había allí mismo, al día siguiente nos levantamos, coño, qué extraño nos parecía aquello, mujeres bonitas, gente que iba al trabajo, pasamos lista y el capitán nos dijo, “aquí pasaremos un mes, estamos de descanso”, bien, yo hablé con Jaime mi cuñado y le dije “voy a escribir a casa y quiero decirles que si quieren venir a vernos que pueden venir”, “bien” me contestó y me puse a escribir, y les dije lo que queda dicho, ¿vendrían? Seguro.

Después de eso yo y unos compañeros, propusimos hacer una buena comida, comprarnos conejos y pollos, los arreglamos, los guisamos nosotros mismos y a comer, vaya comida, nos hartamos a reventar, después se nombró la guardia, me tocó a mi de cabo guardia, no podría ir al pueblo, tenía que estar de guardia 24 horas, monté los puestos, y así pasó el primer día, el día siguiente fui relevado, y con otros amigos fui a ver el pueblo y comprar algo de comer, el pueblo es bhastante grande y bonito, estuvimos un rato paseando y así transcurrió el día, y así otro, estábamos encantados, el frente estaba a unos 70 kilómetros , de seguro vería pronto a mi Catalina y a mi Liberto amados, estaba contento, y así llegó el día 20, día en que a eso de las 12 de la mañana llegó la orden a batallón de que por la tarde teníamos que salir de allí, se dio la orden a las compañías, nos preparamos, estaba desesperado, rabiaba, si venía Catalina no me encontraría; que disgusto sería el suyo, y vendría seguro, ya estábamos preparados, a eso de las 4 de la tarde, llegan los camiones, por orden fuimos embarcados, una vez listo el embarque arrancó la caravana, el día era triste, amenazaba lluvia, anocheció, llovía, no teníamos más abrigo que la manta, no sabíamos a dónde íbamos, pasamos por Sariñena ya íbamos completamente mojados, a eso de las 3 de la madrugada llegamos a un pequeño pueblo llamado Framacet, paramos, había barro y agua hasta la rodilla, una oscuridad negra, descendimos de los camiones y buscamos casa dónde poder dormir, encontramos un pajar y aquí dormimos, nos levantamos muy tarde serían las 9 al poco rato llegó el camión de intendencia nos dieron la comida en frío, chorizo, jamón, chocolate, botes de leche, pan.

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