APÉNDICE: Documentos que se citan

Al recorrer la historia de los casos más notables, o sea de aquellas enfermedades, cuyas curaciones son al parecer más sorprendentes, he vacilado sobre si debía o no hacer mérito de ellas en esta Memoria. Desde luego, prescindiendo de la dificultad que ofrece la clasificación de alguna de las mismas, conforme en otro lugar se ha indicado, y acaso de las más interesantes, fuera aventurado incluirlas en razón de la falta de noticias acerca de sus ulteriores resultados. Otras se refieren a personas que ya no existen, y aunque hayan muerto de otras enfermedades, apelar a su testimonio para confirmar las virtudes de estas aguas, no parece tampoco el medio más oportuno (1).

Sabido es también que muchas dolencias suelen reproducirse, ya por su carácter especial, ya por exponerse los enfermos a las mismas causas que una vez las motivaron; y citar curaciones de tal naturaleza, puede dar margen a interpretaciones desventajosas.

Finalmente, los más de dichos casos versan sobre enfermedades sifilíticas, y debiendo por esta razón omitirse los nombres y circunstancias de los sujetos a que se refieren, han de parecer poco menos que imaginarias. A pesar de todo, y persuadido de que nadie dudará con justicia de mi buena fe, he resuelto por fin insertar algunas de aquellas historias, más o menos completas, según se hallan anotadas en mis memorias anteriores; esto es, sencillamente, sin ninguna clase de comentarios, y por orden de años, desde el de 1840.
1
1840. NÚMERO 73. - Dolores cólico-nefríticos. D Luis de Antonio, de cincuenta años de edad, de temperamento sanguíneo, idiosincrasia gastro-hepática, profesor de Medicina en la ciudad de Barbastro, se me presentó con objeto de tomar estas aguas el 24 de junio del expresado año, haciéndome la relación siguiente: "Disfruté de la mejor salud hasta principios de enero del corriente año, cuando un mañana fui acometido de un dolor, que empezando en la región umbilical, y siguiendo las circunvoluciones del colon, vino a fijarse en el riñón izquierdo, con náuseas y vómito, aunque no de ingesta, astricción de vientre, grande ansiedad, y un mal estar, que sin poderlo referir mas que al dolor, no me permitía guardar la misma postura un solo minuto; pero sin retracción del testículo, ni estupor, ni calambres en el miembro inferior izquierdo , ni alteración en la orina que pudiese hacer sospechar la presencia de algún cálculo renal. Se me prescribió una dieta rigurosa, bebidas atemperadas, lavativas emolientes, baños generales, sangrías, fricciones etéreas sobre el vientre por haberse presentado meteorizado desde la invasión del dolor, recurriéndose por fin a un aplicación de sanguijuelas alrededor del ombligo: observándose desde el momento que empezaron a chupar la sangre, algunos borborignos, y a continuación la salida de una cantidad extraordinaria de aire por el ano, me quedé completamente libre de tan cruel ataque, entrando en convalecencia a los cuatro o cinco días. Esta escena se repetía cada dos o tres semanas con tanta o mayor intensidad, cediendo solamente por la aplicación de sanguijuelas como la primera vez; pero el 2 de este mes de junio me atacó con tal violencia, que creí fuese llegado el último día de mi vida; mas desapareció sin la aplicación de sanguijuelas, aunque sí con la salida de gases, como siempre. Arruinada mi naturaleza, y sin valor para soportar más emisiones de sangre, ni un régimen dietético tan riguroso, sin ser por otra parte mas que remedios paliativos, desesperando ya de la eficacia de todo medicamento, y habiendo visto tanto yo como mis compañeros, los buenos resultados de esas aguas en afecciones de igual naturaleza, se hizo y yo acepté con gusto la indicación de que pasase a tomarlas al pie de la fuente, confiando de hallar en ellas el alivio de tan acerbos padecimientos."

Efectivamente, en el segundo día de su uso, después de la segunda toma, observó haber expelido por la cámara como media jícara de lentejas, y poco después un cálculo por la uretra sin el menor dolor; siendo de advertir que no había comido lentejas desde que sufrió el primero de los ataques referidos, habiendo transcurrido por consiguiente seis meses.

La mejoría fue después muy rápida y completa, sin que posteriormente haya vuelto a experimentar el menor síntoma de tan temibles dolencias. Siguió no obstante algunos años tomando las propias aguas en su casa, por vía de precaución.

2.
NÚMERO 75. - Cardialgia. D Crescencio Muela, escribano, de veinte y cuatro años de edad, de temperamento sanguíneo nervioso, se presentó el mismo año 1840, manifestando padecer de algún tiempo a aquella parte, así que comía, unos agudísimos dolores que desde la boca superior del estómago se extendían a todo el epigastrio y espalda, atormentándole atrozmente mientras duraba la primera digestión, los que iban remitiendo después con lentitud, hasta que a las cinco o seis horas quedaba libre de ellos, pero tan abatido que no tenía acción para nada; se repetía la misma escena, con más o menos intensidad, cuantas veces tomaba alimento, mayormente según la clase de estos, de suerte que el estado del enfermo era deplorable.

Inesperadamente como por encanto, al primer día de tomar las aguas, desaparecieron del todo tan crueles padecimientos, siendo desde luego tan rápida su nutrición, como sorprendente había sido el desvanecimiento de una dolencia tan insidiosa.
3.

NÚMERO 505. - Litiasis. D Joaquín Corsán, comandante de infantería, de cincuenta años de edad, de temperamento sanguíneo, idiosincrasia gastro-hepática, de genio fuerte e irascible, acudió a tomar estas aguas el precitado año 1840. Había arrojado repetidas veces, con agudísimos dolores, algunos copos térreos, y de continuo arenillas, cuya dolencia le inquietaba a su pesar, sin ser dueño de reprimirse.

Durante los días del uso de las aguas siguió expeliendo diferentes cálculos hasta del grandor de un guisante, sin la menor molestia, advirtiendo un bien estar general y una jovialidad que hacía mucho tiempo no había experimentado.

El siguiente año volvió a tomar las mismas aguas manifestando no haber tenido la menor novedad desde la temporada anterior
.
4.
1841. NÚMERO 641. Gastro-entero-hepatitis, ictericia, ascitis. D José García, capitán de caballería, retirado en la villa de Pina, de cincuenta y un años de edad, temperamento sanguíneo, idiosincrasia gastro-hepática, jovial en tiempos y muy tétrico después, pasó a últimos de agosto de dicho año a tomar estas aguas, como único recurso en que ya tenía fe.

Ofrecía el siguiente cuadro sintomatológico: enflaquecimiento, fiebre con recargos vespertinos, tedio a los alimentos, lengua recia, áspera, saburrosa, digestiones tardías, vientre moroso, orinas ardientes, escasas y negruzcas, abdomen elevado, fluctuación perceptible, sueños turbulentos, inquietud, abatimiento, etc.

En vista de un estado tan alarmante, traté de disuadirle de su intento, indicándole los inconvenientes que llevaba consigo el uso de las aguas; pero era tal la confianza que tenía en ellas, y tales sus súplicas, que me aventuré a dejárselas tomar, si bien empezando por cortas cantidades, y fiado en la docilidad que me prometía.

Al cuarto día se humedeció la piel; al quinto se hizo la orina más abundante, y menos ardiente y negruzca, y el sudor más general y perceptible: en el sexto fueron ambas secreciones más pronunciadas, y en el séptimo empezaron a presentarse copiosas deposiciones de vientre, y así progresivamente, y de un modo admirable, a los once días habían desaparecido la fiebre, la ictericia, la elevación del vientre y la ascitis. La lengua estaba limpia, con buen gusto y apetito, las digestiones eran perfectas, los sueños largos y tranquilos, poniéndose ágil para todo, y de tan buen humor, que divertía a los demás bañistas, que contemplaban asombrados, al ver en él un cambio tan extraordinario.

Un revés del juego le obligó a marcharse, contra mi voluntad, antes de completar su curación, pues se notaba todavía algún resentimiento, y aun tensión en el hipocondrio derecho; pero siguió después bien, sin que volviese a estar enfermo hasta dos o tres años después que contrajo una de las calenturas intermitentes endémicas en el pueblo de su residencia.

5.
NÚMERO 2 . - Sífilis terciaria. Hidrargirosis. D.N.N., militar, de treinta y siete años de edad, de temperamento nervioso, después de largos y crueles padecimientos producidos por la sífilis, y de haber empleado en su tratamiento los medicamentos más preconizados, y en especial los mercuriales, a cuya prodigalidad atribuía el enfermo su fatal estado, llegó en mayo del propio año recién salido de la cama y preparado, según decía, con el purgante de Le Roy, del que había tomado enormes cantidades.
Sifílides, exóstoses, úlceras, dolores, demacración, calentura con recargos vespertinos, edema en las extremidades inferiores, componían el cuadro que ofrecía y que a su parecer era más satisfactorio que antes de tomar el vomipurgante mencionado.
A pesar de lo crítico del caso, cuando tanto había resistido, concebí alguna esperanza en su privilegiada naturaleza; así pues, accedí a que tomase las aguas con las precauciones necesarias. Muchas fueron sus alternativas, y fue también preciso suspender su uso, tanto por el mal tiempo, como por algunos accesos de calentura que sobrevinieron: no obstante, a los veinte y siete días de su presentación, se hallaba en el estado más satisfactorio, sin dolores, exóstoses, ni sifílides, con las úlceras cicatrizadas, libre de calentura y muy recobrado y ágil para todo.
Supe en octubre del mimo año que seguía perfectamente.

6.
NÚMERO 262. - Disposición erisipelatosa. Doña Úrsula Bonet, soltera, de veinte y cuatro años, de temperamento sanguíneo linfático, padeció con mucha frecuencia erisipelas intensísimas de carácter flemonoso, que atacándole las más de las veces en la cara y cabeza, llegaban al extremo de comprometer su vida.
El primer año que tomó estas aguas, si bien no se vio libre de las erisipelas, fueron las que tuvo menos frecuentes e intensas. En el siguiente año que volvió a tomarlas, no experimentó más que algún ligero ataque de las mismas. El inmediato, que no pudo hacer uso de tales aguas, se reprodujeron de nuevo con intensidad, hasta que por fin tomándolas algunos años seguidos quedó curada completamente.

7.
1842. NÚMERO 51. - Gastro-enteritis; dolores nerviosos. D Antonio Abanto, de treinta y un años de edad, exclaustrado, cura de Barasona, de pelo cano, estatura regular, delgado y con temperamento al parecer nervioso, que había pasado una juventud bulliciosa, sin reparar en comidas, ni bebidas alcoholizadas, se vio de pronto atormentado de agudísimos dolores en toda la extensión de la columna vertebral y omoplato izquierdo, principalmente durante los inviernos, experimentando al propio tiempo por cualquiera leve causa, fuertes indigestiones, con acedías habituales, eructos, flatulencia y estreñimiento de vientre, completando tan triste cuadro la inapetencia, gusto depravado, sed, sin apetecer el agua, lengua ancha, agrietada, rubicunda en sus bordes y punta, con un profundo surco en el centro, y saburrosa en su base, vigilias continuadas, irascibilidad y tedio a la vida.

A los seis días de tomar las aguas, no se había observado todavía cambio alguno favorable, y como por otro lado el tiempo era malo, ya desconfiado, se inclinaba a dejar el remedio; pero alentado con mis reflexiones, aunque a la verdad tampoco me prometía ya grandes resultados, continuó el séptimo día, estando la mañana apacible. Empezó a movérsele el vientre después de la segunda toma, siendo tantas y tan abundantes las deposiciones de materiales fétidos, viscosos, de variados colores y tan ardientes, que le producían impetuosos estremecimientos, dejándole cada vez en extremo abatido. Con iguales efectos prosiguió el día octavo, viéndose con sorpresa que el profundo surco de la lengua, su rubicundez y saburra habían desaparecido completamente, así como los dolores de la columna vertebral y omoplato izquierdo: se le abrió un apetito extraordinario y con buen gusto, ejerciendo sin molestia las digestiones, durmiendo perfectamente, y recobrada su antigua jovialidad, en términos de asegurar él mismo, que no recordaba haberse conocido tan bueno desde mucho tiempo a aquella parte.

Es de notar que después de los ocho días, que pudiera muy bien decirse, después de eliminada o destruida la causa de sus padecimientos, empezó a repugnar el agua, y a apetecer el vino, que le concedí desde luego en las comidas, recibiéndolo con placer el estómago, cuando poco antes no hubiera podido tomar un sorbo sin exasperarle la irritación de las vías digestivas.

Transcurridos cuarenta días me participó que seguía en el mejor estado.

8.
NÚMERO 62. - Congestión cerebral, vértigos. D Joaquín Moros, de sesenta años de edad, temperamento eminentemente sanguíneo, estatura baja, cuello grueso, corto, voz ronca o bronquial y aspecto amoratado, beneficiado de Épila, estaba propenso, tanto por su constitución, como por la riqueza de su sangre, a frecuentes congestiones cerebrales, que comprometían de cerca su vida, sin que hubiese otro recurso para salvarle mas que las copiosas evacuaciones sanguíneas generales.

Su género de vida era sobrio, y no había a que atribuir dichos ataques sino a las causas indicadas.

Con objeto sin duda de aumentar la fluidez de su fibrinosa sangre, de atemperarla y derivar la fluxión del encéfalo por medio de las secreciones y escreciones ventrales, le fueron aconsejadas estas aguas, que ha seguido tomando todos los años desde el indicado de 1842, habiendo observado sucesivamente una mejoría muy palpable, primero en la menor frecuencia e intensidad de los ataques referidos, luego en el despejo de sus facultades intelectuales, y por fin en el desvanecimiento de los vértigos que también experimentaba.

Por una excepción especial, reclamada en parte por la costumbre de beber mucha agua, y sobre todo por las circunstancias individuales del sujeto, se le permitía tomar el agua mineral a discreción; así es que saldría a una arroba diaria; siendo de advertir que es persona que suda de continuo y come muy parcamente.

Frecuenta todos los años el establecimiento, según queda dicho (2).

9.
NÚMERO 64. - Gastralgia, congestiones cerebrales, vértigos. D Anastasio Marín, de sesenta y cuatro años de edad, de temperamento nervioso sanguíneo, musculatura fuerte y bien desarrollada, escribano del colegio y número de Zaragoza, hacía tiempo que se hallaba molestado de una gastralgia, experimentando al propio tiempo frecuentes vértigos y hasta congestiones cerebrales de alguna consideración, cuando se presentó para tomar estas aguas.
Conoció grande alivio después de haberlas usado el primer año, tanto con respecto a la gastralgia, como a los vértigos y ataques cerebrales. El segundo año pudo ya quitarse un sedal que llevaba en la nuca hacía dos años, sin que desde entonces haya vuelto a experimentar ninguno de los accidentes indicados, disfrutando por otra parte de la mejor salud.
Continúa frecuentando el establecimiento, sólo por gratitud a tan benéficas aguas (3).

10.
NÚMERO 550. - Epilepsia. D Fructuoso Sanz, labrador, de treinta y dos años de edad, procedente de Grañén, provincia de Huesca, había sufrido algunos ataques epilépticos antes de tomar estas aguas, y después de su uso no volvió a experimentarlos.

11.
NÚMERO 652. - Oftalmia herpética. Doña Juana Barber, de Binéfar, de sesenta y seis años de edad, de temperamento nervioso con idiosincrasia hepática, estaba padeciendo un oftalmia herpética hacía ya bastantes años, sin que a pesar de los muchos remedios, tanto científica como empíricamente empleados, hubiese encontrado nunca una mejoría satisfactoria.
A los once días de tomar las aguas había desaparecido completamente tan rebelde oftalmia.

12.
NÚMERO 675. - Cólicos flatulentos, congestiones cerebrales, vértigos. D Joaquín Cortés, de cincuenta años de edad, de temperamento sanguíneo, idiosincrasia hepática, hacendado, residente en Frescano, posteriormente consejero provincial, se presentó por primera vez en dicho año 1842, refiriendo que experimentaba con frecuencia algunas indigestiones y violentos cólicos flatulentos con síntomas nerviosos, que le ponían a la muerte, sufriendo otras veces algunos ataques cerebrales que comprometían igualmente su existencia: veíase además de continuo amagado de vértigos y ofuscación de sus facultades intelectuales, de manera que no podía entregarse a ningún trabajo mental.
El primer año que tomó las aguas obtuvo tan buenos resultados que sólo se observaron algunos amagos de los referidos ataques gastro-cerebrales, y apenas vértigos. El siguiente, que no pudo tomarlas de un modo completo, ni con la tranquilidad que el anterior, a causa de disgustos políticos, volvió a experimentar los ataques cerebrales y los vértigos, si bien menos intensos y frecuentes que antes. El tercer año que las tomó en su casa, los efectos no fueron tampoco tan satisfactorios como el primero; mas no obstante podía dedicarse con sobrada asiduidad a trabajos intelectuales de consideración.

Por fin, se observa constantemente que la frecuencia e intensidad de los ataques cerebrales guarda relación con el uso de las aguas y el modo de tomarlas (4).

13.
1843. - NÚMERO 25. - Ascitis, ictericia, obstrucciones abdominales. Antonio Rodríguez, de cuarenta y un años de edad, de temperamento sanguíneo degenerado, con idiosincrasia hepática, de oficio labrador, natural de Fuendejalón, a consecuencia de graves y repetidos disgustos, sin otra causa conocida, padeció una ascitis, que trataba al principio con los medicamentos apropiados, fue después combatida con remedios empíricos muy activos, según era de inferir por la relación del mismo enfermo.

Desvanecida a su parecer la ascitis, sobrevino una ictericia con induración de las tres regiones superiores del abdomen, acompañando a este estado inapetencia, vómitos continuos, encendimiento muy pronunciado de los bordes de la lengua y en los párpados, que contrastaba con el color ictérico, astricción de vientre, anhelación al menor movimiento y demacración considerable.

A los cinco días que tomaba las aguas, rompió en abundantes deposiciones de vientre, copiosa secreción de orina y sudor general. La mejoría fue tan rápida en los cuatro días consecutivos, que al cumplir los nueve, el endurecimiento de las regiones superiores del abdomen había desaparecido, despertándole muy buen apetito, durmiendo bien, andando con agilidad y sin la menor fatiga; cambiándose finalmente el color ictérico por el natural, y aun sonrosado, de suerte que no parecía el mismo hombre.

14.
NÚMERO 236. - Litiasis. Francisco Serra, labrador, de temperamento sanguíneo degenerado, de sesenta y dos años de edad, procedente de Vinaced, se presentó en agosto del propio año, manifestando padecer mal de piedra, y que por consiguiente arrojaba piedrecitas con mucha frecuencia, y de continuo arenillas, sintiendo un dolor más o menos agudo en la región renal.

Durante los días que tomó las aguas la expulsión de pequeños cálculos fue muy abundante, sin que experimentase molestia alguna, ni los dolores de la región lumbar, que hacía años no habían dejado de atormentarle.

15.
NÚMERO 392. - Calentura intermitente, obstrucciones de las vísceras abdominales, ascitis, edema. Manuel Lalanza, jornalero del campo, de cuarenta y cuatro años de edad, temperamento sanguíneo, con idiosincrasia hepática, habitante en una de las torres de la huerta de Zaragoza, fue acometido de una calentura intermitente terciana, que se hizo después remitente y más tarde degeneró en cuartana.

Se había medicinado de cuando en cuando con los recursos más comunes; pero sometido a las mismas causas que una vez la produjeran, las recidivas se hicieron tan frecuentes que llegaron a confundirse con una calentura continua remitente, cuyo doble carácter le imprimía la gastro-enteritis crónica que se observaba el presentarse para tomar las aguas.

Hastío a los alimentos, vómitos, resecación de boca y fauces, desarreglo de vientre, escasez de orina, semblante empañado, piel térrea escamosa, ascitis, edema, cansancio, insomnio y sumo abatimiento en fin, componían el cuadro de una situación poco menos que desesperada, después de diez y ocho meses de cronicidad.

Sólo por no quitarle la única esperanza que le quedaba, se podía acceder a que bebiese el agua; pero habiendo tenido la desgracia de que hiciera mal tiempo, contrajo diferentes catarros, sufriendo por consiguiente varias alternativas; pero animoso siempre y conservando la misma ilusión que al principio, llegó a hacerme concebir también alguna esperanza. Faltándole los recursos para alimentarse cuando empezaba a encontrar alivio, me proporcionó la doble satisfacción de contribuir, bajo diferentes conceptos, al restablecimiento de su salud.

A las tres semanas su mejoría era ya notable: se habían promovido abundantemente evacuaciones críticas de orina, vientre y sudor; el ejercicio se le hacía ya menos violento, a pesar de su mucha debilidad, iba disminuyendo la tensión del abdomen, sin advertirse la fluctuación, se aflojaban los tejidos de las extremidades inferiores, comía con apetito, digería regularmente, dormía echado de cualquier lado, sin advertirse más que algún tanto acelerado el pulso.

Con esta mejoría progresiva completó cinco semanas con los descansos necesarios, poniéndose en un estado muy satisfactorio; pero sin acabar de desvanecerse una obstrucción en el bazo, sobre cuya región se había aplicado desde luego el emplasto de ranas con mercurio.
Al siguiente año volvió a presentarse del todo restablecido, y sin la obstrucción del bazo, siendo la admiración de cuantos le habían visto en la temporada anterior.

16.
NÚMERO 392. Calentura intermitente terciana, cuartana, continua, remitente; obstrucciones en el hígado, bazo, etc. Francisco Carreras, de treinta años de edad, de temperamento sanguíneo, idiosincrasia hepática, de oficio jornalero, residente en Villafranca de Ebro, después de inveteradas calenturas intermitentes primero de tipo terciario, después cuartanario y por último remitente con marcados síntomas de una flegmasia gastro-intestinal crónica, ingurgitación del bazo y del hígado, leucoflegmasia y desorden en todas las funciones, me dijo, que a muerte o vida, venía a tomar estas aguas. No me pareció justo privarle del único consuelo que deseaba, pues a la verdad su semblante amenazaba una muerte no lejana; pero se las prefijé en dosis muy pequeñas, de modo que no pudiesen dañarle. A los tres días me suplicó con afán que le permitiese beber mayor cantidad, y accedí con alguna confianza. En el cuarto, las deposiciones de vientre fueron abundantes, y bastante considerable la orina, insinuándose también el sudor. Estas secreciones se aumentaron al quinto, siguiendo las deposiciones de vientre en abundancia, y así sucesivamente: después de los nueve días su curación era completa, pareciendo increíble a cuantos le compadecían al principio.

Considerándole débil, le aconsejé que pasase a su pueblo, distante sólo cinco horas, a fin de que se recobrase, y volviese después de transcurridos cuarenta días, prescribiéndole entre tanto el emplasto de cicuta con mercurio sobre el hipocondrio izquierdo, por haber quedado todavía un punto de induración en el bazo.

A los cuarenta días volvió a presentarse, pero tan mejorado que con dificultad pude yo mismo conocerle, marchándose después de otra novena del todo bueno.


17.
1844. NÚMERO 40. - Reuma fibroso muscular. D Antonio Vicente, de cincuenta y dos años de edad, temperamento nervioso, idiosincrasia hepática, escribano, procedente de Alcorisa , se hallaba padeciendo, hacía unos ocho años, dolores vagos que fueron sucesivamente aumentándose hasta postrarle en cama: uno de los ataques interesó de un modo agudísimo y en grande extensión el sistema muscular, y hasta algunas articulaciones, con fiebre, vigilias violentas, etc.

Aunque se ofrecía alguna duda acerca del origen y causas de la indicada dolencia, era no obstante de atribuir a la impresión del frío y lluvias a que sin estar acostumbrado, se había expuesto muchas veces, pasando no pocas noches al raso; añadiéndose por fin graves disgustos, a consecuencia de encarnizadas persecuciones políticas.

En tal estado empezó a tomar las aguas en pequeñas cantidades, que fueron aumentándose gradualmente así que pudo levantarse de la cama; prosiguiendo en los mismos términos la mejoría, hasta quedar libre al mes de tomarlas, sin haber observado en los años consecutivos más que algún resentimiento, cuando había mudanzas de tiempo.

18.
NÚMERO 144. - Sífilis terciaria, infartos glandulares, úlceras. D.N.N., de cuarenta y cuatro años de edad, temperamento sanguíneo linfático, a consecuencia de repetidos actos impuros, contrajo una blenorragia que descuidada al pronto, fue luego subseguida de dos bubones en las ingles que se resolvieron muy rápidamente: a los pocos días se presentaron dolores en la mayor parte de las articulaciones con inflamación de las glándulas del cuello, de las cuales dos pasaron luego a supuración, y finalmente dos úlceras en el prepucio.
Contaba ya cinco meses de padecimientos y de medicación, cuando principió a tomar las aguas: a los trece días de su uso se hallaba enteramente libre de todos sus achaques, sin que se hubieran empleado otros auxiliares más que la aplicación del cerato simple sobre las úlceras.

19.
NÚMERO 229. - Sifílides. D.N.N., de cuarenta y ocho años de edad, de temperamento nervioso, después de una larga afección sifilítica constitucional combatida oportunamente, se resentía todavía de algunos dolores, habiéndole quedado una sifílides tan rebelde y pronunciada, que se le hacía más sensible que todos los demás padecimientos.
A los pocos días de tomar las aguas no sentía ya dolor ninguno: a los diez y ocho la horrible sifílides desapareció completamente.

20.
1845. NÚMERO 2. - Cefalalgia, vértigos, hepatitis crónica, ictericia, hematemesis. Antonio Gimeno, labrador, de treinta y dos años de edad, temperamento sanguíneo, idiosincrasia hepática, procedente de Osia, siete años antes había recibido algunas heridas en la cabeza con instrumento contundente, que hicieron desesperar de su vida. Desde entonces experimentaba una cefalalgia continua intensa, frecuentes vértigos y otros síntomas cerebrales que coincidían con los de una afección gastrohepática. Más adelante tuvo ictericia, después una hematemesis y melenas, repitiéndole finalmente muy a menudo algunos vómitos, ya biliosos, ya sanguinolentos.
Cuando se presentó que fue el 18 de Mayo de dicho año, su aspecto era el de un hombre infatuado, representando mucha mayor edad de la que realmente tenía: vomitaba cuantos alimentos tomaba, sus piernas estaban edematosas, apenas podía moverse: sus sueños eran siempre turbulentos, el abatimiento grande, la orina escasa, el vientre moroso, notándose además una elevación muy considerable y sensible en el hipocondrio derecho.
Tomó trece días las aguas, aunque al principio en muy cortas cantidades, los efectos fueron también lentos; pero al marcharse no vomitaba nada, como no saliese del régimen prescrito, comía con apetito, los sueños eran tranquilos, el cansancio poco, el hipocondrio derecho apenas se resentía, y la leucoflegmasia había desaparecido.
A pesar de una mejoría tan satisfactoria, le fue preciso marcharse, si bien con ánimo de volver antes de finar la temporada; pero no pudo verificarlo, según supe después, aunque continuaba bien.

21.
NÚMERO 58. - Gastro-entero-hepatitis, ictericia. Pablo Viñals, de cuarenta y seis años de edad, temperamento sanguíneo, de oficio carromatero, procedente de Zaragoza, presentaba todos los síntomas de una gastro-entero-hepatitis crónica, acompañada de ictericia, sufriendo al propio tiempo intensos dolores que recordaban algunas afecciones anteriormente sufridas.
Marchó después de haber tomado doce días estas aguas, curado, al parecer, de todas sus dolencias.

22.
NÚMERO 142. - Sífilis terciaria-hidrargirosis. D.N.N., de cuarenta y seis años de edad, temperamento sanguíneo nervioso, hacendado, después de muchos meses de padecimientos a consecuencia de una afección venérea, con dolores, exóstoses, y pústulas en la cara, pecho y otras partes, apurados, según dijo, todos los recursos del arte y los mercuriales hasta el extremo, vino a tomar estas aguas el año próximo anterior en un estado digno de compasión.
A los trece días de su uso, con notable alivio, tuvo que marcharse, aunque con intención de volver a tomarlas antes de concluir la temporada; pero no le fue posible verificarlo. Este año se ha presentado enteramente desconocido, gozando de una salud completa, sin haber necesitado de ningún otro medicamento para completar la curación.
En este enfermo se observó muy señaladamente el olor especial que expide el sudor de los que han tomado con profusión el mercurio, así como la sombra aplomada de sus camisas y el empañamiento de las monedas de plata de sus bolsillos.

23.
NÚMERO 96. - Oftalmia herpética. Magdalena Queralto, de cuarenta y cinco años de edad, procedente de Belver de Cinca, hacía quince años que estaba sufriendo una oftalmia de carácter herpético, que no había cedido a ninguno de los remedios que durante dicho largo periodo se le habían propinado.
Se le aconsejaron estas aguas y aún tuve la satisfacción de verla desvanecida a los pocos días de su uso, habiendo sabido algún tiempo después, que no había vuelto a reproducirse.

24.
NÚMERO 252. - Ataques apopléticos. D Carlos Nogueras, de cincuenta y seis años de edad, hacendado, de temperamento sanguíneo, constitución vigorosa y aptitud apoplética, natural de Alcolea de Cinca, sufría con frecuencia ataques cerebrales de bastante peligro. La coincidencia de estos ataques con algunas indigestiones, y la morosidad de vientre, daban indicios de que en parte se hallaban sostenidos por desarreglos de las vías digestivas.
El primer año que había tomado estas aguas, lo pasó muy bien sin repetirle ninguno de los indicados ataques: en el inmediato que dejó de tomarlas, volvió a experimentarlos. El tercero, en que se las llevaron a su pueblo, le fue menos mal que el anterior, y así se ha observado constantemente en los años sucesivos.

25.
NÚMERO 315. - Sífilis exasperada, fiebre. D N N, de veinte y un años de edad, temperamento nervioso, estudiante; hacía cinco meses que contrajo una sífilis, que a pesar de haber sido combatida desde un principio con la mayor energía, llegó a su más alto grado, quedando por fin postrado en cama sin poderse mover de dolores, cuando ya desahuciado, le ordenaron las aguas de Quinto.
Habiendo llegado el 13 de agosto del citado año, fue preciso trasladarle en brazos, y no sin mucho trabajo, desde el carruaje a la cama, ofreciendo el cuadro siguiente: imposibilidad para todo movimiento, calentura agudísima con recargos vespertinos, opresión de pecho con vivos dolores intercostales, tos sin expectoración, sudores matutinos, sed intensa, ansiedad continua, lengua seca y encendida, vientre perezoso con tensión de todo el abdomen, y resentimiento mayormente en el hipocondrio derecho; orina escasa, ardiente, y con dificultad para expelerla, demacración considerable y leucoflegmasia.
No era prudente, bajo ningún concepto, permitirle el uso de estas aguas, ni podía tampoco menos de lamentarse la indiscreción de los que hubiesen contribuido a exponerle a tan desesperada prueba: fueron no obstante tan apremiantes las súplicas del joven paciente, y tan grande la fe manifestaba en la virtud del agua, que el segundo día de su llegada le permití beber un vaso en cada intermedio de los alimentos.
Fue cosa sorprendente y poco menos que increíble, a no verlo, que desde el momento de beber el primer vaso del agua, se desvaneciera la ansiedad epigástrica, empezando poco después a movérsele el vientre con abundancia, y la orina en cantidad proporcionada, rebajando al propio tiempo los demás síntomas de un modo tan ostensible, que después del cuarto vaso se incorporó en la cama, y aun al anochecer del mismo día pudo levantarse para hacer sus necesidades diciendo que ya era otro hombre.
Prosiguió los cuatro días consecutivos bebiendo el agua en la misma forma, aunque aumentando un poco más la cantidad de la primera toma, quedando ya limpio de calentura, sin tos, ni dolores en el pecho, con disminución progresiva de los restantes síntomas, y en disposición de salir de casa.
A los veinte y cinco días se encontraba enteramente restablecido, sin dolores, sin edema, desvanecida del todo la tensión del vientre y sensibilidad del hipocondrio derecho, y restablecidas, en una palabra, todas las funciones, sin quedar indicio alguno de la primitiva afección sifilítica que había dado margen a tan borrascosas consecuencias.

26.
1846. NÚMERO 76. - Sífilis terciaria, hidrargirosis. N N, de treinta y cuatro años de edad, de temperamento sanguíneo, estatura alta, jornalero, fue atacado de una enfermedad venérea que muy pronto produjo desórdenes de consideración en sus principales funciones. La ascitis era una de sus consecuencias, y además de los dolores generales y otros síntomas de los más comunes, estaba su cuerpo cubierto de úlceras de carácter tan asqueroso, sobre todo las muy extensas y profundas que tenía en las piernas, que parecía recordar a los leprosos de que habla la Sagrada Escritura.
Estuvo tomando estas aguas veinte y un días, con mejoría muy notable, pues se había desvanecido la ascitis, los dolores y los más de los síntomas generales, quedando también cicatrizadas muchas de las úlceras, menos profundas y más reducidas, y de mejor carácter las de las piernas.
A pesar de mis instancias, se marchó por no ser gravoso a los que le asistían.
En el siguiente año le vi enteramente curado, y muy agradecido, manifestándome que la mejoría había ido en aumento, sin haberse hecho ningún otro remedio, desde que tomó las aguas.

27.
NÚMERO 109. - Sífilis, hidrargirosis, tialismo, sifílides, dolores. D N N, del comercio, de treinta y siete años de edad, temperamento linfático y predominio hepático, después de una inveterada enfermedad sifilítica, tratada profusamente con los mercuriales, empezó a sentir agudísimos dolores en diferentes partes, que no le permitían el menor descanso. Tialismo, semblante tétrico, aplomado, pustuloso, inapetencia, lengua recia y pastosa, demacración, pulso febril, vientre moroso y mucha dificultad para moverse, eran los demás síntomas que acompañaban su lastimosa situación.
Era el 11 de agosto y el tiempo favorable: a los cinco días de tomar las aguas, conocía ya bastante alivio. Salivaba menos, comía con apetito, se le limpiaba la lengua, andaba con menos trabajo, dormía buenos ratos, se le despejaba la cara, e iban disminuyendo considerablemente los dolores. A las dos semanas su curación parecía un sueño; pero ansiando por volverse a su casa se marchó a los quince días participándome después que seguía en el mejor estado.


28.
NÚMERO 254. - Oftalmia sifilítica doble. D N N, de treinta y cinco años de edad, de temperamento sanguíneo nervioso, se presentó en julio del propio año con una oftalmia doble rebelde e intensa, que atendidas las causas que habían precedido, y su carácter especial, no podía menos de clasificarse de sifilítica.
A los diez días su mejoría era manifiesta, y la rapidez con que iba recobrando la visión, después de algunos meses que la tenía perdida, hacía esperar una de aquellas curaciones de primer orden: pero sin serme conocidos los motivos, anticipó su regreso, dejándome con recelo sobre los ulteriores resultados.

29.
1847. NÚMERO 53. - Reuma fibroso articular. D Felipe Pérez, casado, de cuarenta y cinco años de edad, de temperamento nervioso, idiosincrasia hepática, del comercio de Zaragoza, había sido atacado lentamente de un reumatismo que llegó poco menos que a imposibilitarle para todo movimiento.
Podía atribuirse la causa a las muchas horas que permanecía en sus almacenes bajos y húmedos y por consiguiente mal ventilados. Afectó al principio el sistema muscular, pero fijándose después con preferencia en los ligamentos y articulaciones, dejó pocas sin recorrer, poniéndolas tan deformes que en especial las de los pies y manos parecía imposible que pudiesen volver jamás a su estado natural.
Se habían empleado en su tratamiento los métodos más ventajosamente conocidos, y cuantos recursos se juzgaron conducentes, inclusos los baños minero-termales; pero todo sin fruto.
Empezó a tomar estas aguas en la cama y en cortas cantidades, y así que sus efectos se hicieron sensibles, las paseaba por el cuarto, aunque con mucho trabajo, yendo suspendido por debajo de los brazos: algunos días después salía a la calle apoyado en el hombro de un sirviente con una mano, y en una muleta con la otra; pero teniendo que sentarse a cada momento.
Entre tanto el vientre correspondía a la cantidad de agua que tomaba, y el sudor se dejaba percibir también: los dolores articulares eran mucho menos intensos, y los movimientos más fáciles.
La mejoría seguía gradualmente: descansaba el paciente algunos ratos, y comía con apetito, recobrándose de un modo proporcionado. Seguramente habría sido esta una de las curaciones más asombrosas, habiendo proseguido más tiempo en el uso de las aguas; pero tuvo que marcharse a los diez y nueve días. Sin embargo, los buenos resultados se obtuvieron después del modo más satisfactorio: así es que al siguiente año subía solo a la fuente sin otro auxilio que una muleta de mano, que ya antes usaba, y sin sentir dolores más que en las mudanzas de tiempo, habiendo desaparecido casi completamente la contracción y deformidad de todas las articulaciones. Sigue todos los años tomando las aguas más bien por afición y gratitud, que por necesidad.

30.
NÚMERO 201. - Cuartanas con obstrucciones abdominales. D Ramón Tomás, eclesiástico, de cuarenta y cinco años de edad, temperamento sanguíneo, idiosincrasia hepática, procedente de Urrea de Gaén, arrastraba hacía ya meses unas calenturas intermitentes con tipo últimamente cuartanario, que se habían resistido a los recursos más comunes.
Demacrado y abatido, presentaba un semblante empañado, ingurgitación del bazo, e indicios de una irritación gastro-entero-hepática, con pulso febril, sin perjuicio de las correspondencias de las cuartanas dio principio al uso de estas aguas el 24 de julio del propio año.
A los trece días se habían desvanecido los síntomas de la irritación gastro-hepática, el movimiento febril y casi del todo la obstrucción del bazo, habiéndose reanimado y nutrido mucho, sin repetirle la cuartana.
Supe al siguiente año que las calenturas no se habían vuelto a presentar y que disfrutaba de la mejor salud.

31.
NÚMERO 206. - Vicio herpético. María Morer, de cuarenta y seis años de edad, de temperamento sanguíneo, idiosincrasia hepática, hornera, de Alcolea de Cinca, se hallaba plagada de un herpes escamoso que además de incomodarle incesantemente, a ella misma le causaba asco.
En el primer año que tomó estas aguas disminuyeron los herpes en extensión e intensidad; el segundo apenas le incomodaron; en el tercero menos, habiéndosele después desvanecido completamente.

32.
NÚMERO 207. - Gastro-entero-peritonitis, ascitis. Agustina Castejón, de cuarenta y un años de edad, del mismo pueblo de Alcolea de Cinca, se había presentado el año anterior con una ascitis, sostenida, al parecer, por una gastro-entero-peritonitis crónica, sin que pudiese recordar la enferma como fue su desarrollo, ni las causas que la motivaron.
Al cuarto día de tomar las aguas, seguramente por beber mayor cantidad de la prescrita, sin haberse observado ninguna de las secreciones acostumbradas, fue acometida de vómitos violentos y copiosos con tan alarmantes lipotimias que temí por su vida en una de ellas.
Se suspendió el uso de las aguas, y no creyendo prudente exponerme de nuevo a una prueba aventurada, así se lo manifesté a la misma enferma; mas por no quedarse sola, a los cinco días después del accidente, resolvió ponerse en camino, muy débil pero aliviada, según su parecer.
En el presente año ha vuelto a presentarse completamente restablecida, refiriendo, que así que se marchó, fue en aumento la mejoría, hasta quedarse buena del todo, no dudando que la curación había sido debida a la virtud de las aguas.

33.
1848. NÚMERO 24. - Litiasis. Manuel Jardiel, casado, de cuarenta y nueve años de edad, de idiosincrasia gastro-hepática, acequiero del mismo Quinto, sentía desde algún tiempo dolores en la región lumbar, que se clasificaron de reumáticos, en razón de su especial trabajo; pero advirtiéndose después que había dificultad para orinar, se examinó la orina, y al ver algunas arenillas, se le medicinó convenientemente y continuó arrojando entre ellas granos más voluminosos.
Apenas llegó la temporada de las aguas dispuse que las tomase, sin que posteriormente haya vuelto a experimentar el menor síntoma de la indicada dolencia.

34.
NÚMERO 83. - Sífilis, hidrargirosis, sifílides, herpes, escrófulas. D N N, soltero, de veinte años de edad, de temperamento linfático, contrajo una sífilis que se hizo muy luego constitucional, y que tratada con la misma energía por las preparaciones mercuriales, se hizo mucho más grave. Jugaban por otra parte los vicios herpético y escrofuloso, siendo por consiguiente muy difícil de deslindar el conjunto de los síntomas que aparecían. Entre estos sobresalían dolores generales, úlceras sórdidas en la boca, bordes de la lengua y fauces, sifílides, abotagamiento, calentura continua con accesos irregulares de mucha intensidad y duración, dispepsia, lengua ancha encendida, vientre ya moroso, ya suelto, orina escasa, ardiente y latericia, edema general, irascibilidad insufrible, etc.
Usó las aguas según permitía su estado, durante diez y ocho días con alivio poco manifiesto, aunque se veía que la naturaleza se prestaba a la acción terapéutica inmediata del remedio: así fue que la mejoría se hizo más sensible después de haberse marchado.
En el siguiente año se encontraba en mucho mejor estado que el anterior, pero aún aparecían vestigios de sus intensos y complicados padecimientos.
Por fin ha quedado completamente curado de todas sus dolencias, sin que se hayan empleado otros medios más que la continuación en el uso de las mismas aguas.

35.
NÚMERO 135. - Oftalmia sifilítica. N N, jornalero, pobre de solemnidad, de veinte y ocho años de edad, entre otras consecuencias de una sífilis constitucional abandonada a sus progresos bajo todos conceptos, figuraba una oftalmia tan intensa que apenas le permitía distinguir los objetos.
A los once días de tomar estas aguas se puso en una situación muy lisonjera, siendo aún más notables los buenos efectos en la oftalmia de que apenas quedaban restos; pero se marchó sin tener paciencia para completar la curación, que consiguió después.

36.
1849. NÚMERO 57. - Gastralgia, vicio herpético. Doña Antonia Gabarre, de cuarenta y siete años de edad, temperamento sanguíneo linfático, natural de Alcubierre, padecía en muchas ocasiones un dolor de estómago, constituido por una gastrodinia: algunas pequeñas erupciones cutáneas, que aparecían de cuando en cuando, inducían a creer la existencia de un vicio herpético.
Obtuvo muy conocido alivio el primer año que tomó estas aguas; en el segundo más, y así sucesivamente. Prosigue tomándolas los más de los años sólo por vía de precaución.

37.
NÚMERO 199. - Sífilis terciaria. N N, labrador, de treinta años de edad, había observado una blenorragia que se suprimió instantáneamente, apareciéndole desde luego dos bubones en las ingles, que también se resolvieron sin la aplicación de ningún medicamento ni causa conocida. Al poco tiempo se vio atacado de unos dolores tan intensos y generales que le dejaron imposibilitado para todo movimiento.
Con mucho trabajo y grandes padecimientos, colocado en un carro, pudo llegar a Quinto. No pudiendo moverse, era preciso que bebiese el agua en cortas cantidades. El tiempo tampoco le favorecía, de manera que durante la primera novena no experimentó alivio. Desesperado quería ya marcharse; pero pude persuadirle para que siguiese otros nueve días. La mejoría fue tan rápida apenas empezó a sudar, que a los diez y ocho días le vi enteramente libre de dolores.
Supe dos años después que no había tenido más novedad.

38.
NÚMERO 291. - Epilepsia, vértigos. D Custodio Ortas, casado, labrador, de cuarenta y tres años de edad, procedente de Albero alto, experimentaba con frecuencia ataques epilépticos, y casi de continuo vértigos que solían coincidir con desarreglos de las funciones del conducto digestivo, cuando tomó estas aguas.
Al siguiente año me informaron algunos convecinos suyos, de que no había vuelto a tener ninguno de dichos accidentes.

39.
NÚMERO 583. - Sífilis terciaria, intermitente, terciana. N N, tejedor, de cuarenta y dos años de edad y temperamento dudoso por su estado, hallándose padeciendo una sífilis inveterada con sifílides, dolores, etc, contrajo unas tercianas que acabaron de ponerle en la situación más deplorable.
Después de haber tomado nueve días estas aguas los dolores, las sifílides y demás síntomas venéreos habían desaparecido, restableciéndose al propio tiempo de un modo notable.
Posteriormente no he tenido más noticia de él.

(1) Téngase presente que esto se escribía en el año de 1849, y que se imprimió a principios de 1854.
(2) Murió el año próximo pasado habiendo tomado estas aguas once años consecutivos.
(3) Murió estando para volver a tomar las aguas el año próximo pasado, habiendo hecho uso de ellas diez años.
(4) Murió al siguiente año que dejó de tomar las aguas.



DOCUMENTOS QUE SE CITAN.

Número 1º. Ayuntamiento Constitucional de la villa de Quinto.


La Excma. Diputación provincial , en decreto fecha 14 de los corrientes, relativo a la reedificación del Baño alto, dice a esta Corporación lo que sigue: "Se autoriza a ese Ayuntamiento constitucional para que tome del sobrante de Propios la cantidad que solicita, y que haga saber al Director D Carlos Viñolas que esta Diputación está muy complacida de su celo, y que en lo sucesivo proceda con el mismo interés que si fuera una finca propia suya en beneficio de la humanidad enferma." - Lo que este Ayuntamiento tiene la satisfacción de trasladar a V para la suya, en justo reconocimiento de su interés y constantes desvelos en la reedificación de unos baños que sin los filantrópicos esfuerzos de V hubieran acabado de arruinarse. Dios guarde a V muchos años. Quinto 17 de diciembre de 1840. = El Alcalde, Andrés Escudero. = Sr D Carlos Viñolas, Médico director de los Baños de Quinto.

 


Número 2º. Ayuntamiento Constitucional de la villa de Quinto.


Con la propia fecha dice esta corporación al M I Sr Gefe político de la provincia lo que sigue: "El Ayuntamiento constitucional de esta villa en 13 de diciembre de 1840 puso en conocimiento de ese superior Gobierno político la interesante mejora que en dicho año se había hecho en los baños de la misma, reedificando la más ruinosa de sus dos casillas, indicando al propio tiempo las grandes ventajas que con el engrandecimiento del nuevo edificio se habían conseguido, tanto en el aumento de sus aguas, como en su mayor pureza, etc: mas ahora tiene la satisfacción de participar a V S que en el presenta año se ha reedificado magníficamente la otra casilla, con cuya obra han quedado estos acreditados baños en el mejor estado, que en lo esencial era de desear. Hasta ahora la escasez de sus aguas y la alteración de las mismas siempre que llovía, eran defectos de mucha trascendencia; pero en la actualidad, encerradas las vetas del agua en conductos abovedados, y hallándose estos dentro de los edificios, además de obtenerse en cantidad más considerable, ni puede evaporarse ni es posible la mezcla de las aguas de lluvia, ni la introducción de insectos, ni otras cosas repugnantes. Estas imponderables ventajas, la mejor perspectiva de ambos edificios, su anchura y limpieza, con otras comodidades que se han ido proporcionando a los bañistas, como bancos para sentarse a beber el agua, paseos y subidas, etc, puede decirse que han puesto el establecimiento de tan maravillosas aguas a su mayor altura de perfección.

La mayor concurrencia desde que se han hecho tan interesantes mejoras prueba los mucho que el público las aprecia, y honra sobremanera a su acreditado Médico director D Carlos Viñolas, a cuya inteligencia y extraordinario celo por los bañistas y reputación del establecimiento se debe la reedificación del mismo y las demás obras que tan buenos resultados han dado: habiendo contribuido no sólo con su presencia y perseverancia a vencer cuantos obstáculos se ofrecieron para proseguir dichas obras, sí que también adelantando las cantidades que fueron necesarias para concluirlas, lo que seguramente no se hubiera realizado sin tan generoso desprendimiento. = Este Ayuntamiento, pues, reconocido por su parte a tan singulares beneficios, cree de su deber recomendar a V S tan benemérito Director, sin que tenga por demás repetir a V S que estos célebres baños de Quinto, finca tan interesante para la villa como útil para la humanidad doliente, se hubieran arruinado completamente si dicho Médico director no hubiese promovido con tanto empeño su reedificación." Lo que traslado a V como en prueba de los sentimientos de gratitud que animan a esta corporación en favor de V por los indicados servicios: advirtiéndole para su mayor satisfacción que en los propios términos se habla a la Excma Diputación provincial en el oficio de remisión del expediente, y cuenta documentada de las expresadas obras. Dios guarde a V muchos años. Quinto 30 de noviembre de 1843. = Miguel Abenia, Alcalde. = Sr D Carlos Viñolas, Médico director de los Baños de Quinto.
 

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